Tarde soleada, en principio, la de este Sábado de Pasión. La Hermandad de Luz y Vida clamaba al cielo por una tregua, que llegó a las 20.15 de la tarde, pero no tan benevolente como ellos pensaron.
La hermandad se acogió a su recorrido del año pasado, haciéndolo más corto incluso para que la lluvia no hiciese mella. Sonaban las esquilas a manos de Rodax quien sabía mejor que nadie que la luz y la vida se abren paso tras peder a su padre hace escasos días.
El atardecer caía tras la puerta del Obispo dejando una imagen triste por las nubes de tormenta, pero alentadora porque estaban en la calle un año más. Jesús de Luz y Vida mira de reojo a un puente que no ha podido estrenar, y aún más a lo lejos observa un camposanto huérfano de oración.
Santa Lucía se tiñe de blanco no por la Burna Muerte sino por los hermanos de Luz y Vida que buscan refugio de las malas previsiones.
Las principales calles del Casco Antiguo escriben la vuelta hacia una Catedral que hará las veces de hogar para la oración que cada año demuestra que la luz y la vida se abren entre la muerte.
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