El Nazareno de San Frontis ha vuelto a cruzar el Duero, marcando el inicio de una nueva Semana Santa en Zamora. A las ocho y media de la tarde, tras la celebración de la Palabra, las puertas del templo de San Frontis se abrieron puntuales y, entre la expectación de los presentes, asomó la venerada imagen del siglo XVII, cuya devoción une a ambas orillas del río. Centenares de zamoranos aguardaban en los alrededores de la iglesia para ser testigos del comienzo de la Pasión, esta vez sin mascarillas ni restricciones.
La Banda del Maestro Nacor Blanco, bajo la batuta de Álvaro Lozano, dio la bienvenida al Nazareno con el Himno Nacional, dando inicio al cortejo con la marcha Nazareno de San Frontis, una composición del maestro Carlos Cerveró en honor a la imagen. El sonido de las esquilas del Barandales rompió el silencio por primera vez en este Jueves de Pasión, anunciando que todo comenzaba de nuevo: las miradas hacia un cielo primaveral, el relente de la noche, los primeros murmullos en las calles, las filas de espectadores en las aceras y los acordes de las marchas fúnebres que laten en la memoria de Zamora.
Sobre los hombros de los vecinos del barrio y los hermanos de la Cofradía del Señor y de la Cruz, el Jesús de San Frontis, vestido de nazareno y oro, avanzaba por la orilla izquierda del Duero. Sus faroles de latón y los cirios encendidos iluminaban el camino, mientras su reflejo en el agua proclamaba que Zamora ya está lista para vivir la Pasión. La noche se cerraba poco a poco sobre la ciudad, sellando el inicio de unos días de fervor y tradición.
En el casco antiguo, especialmente en la Cuesta de Pizarro, algunos corrían al encuentro del Nazareno para unirse al cortejo. La subida por la cuesta es un esfuerzo titánico para los cargadores, que solo encuentran respiro al llegar a la Plaza de Fray Diego de Deza, junto al convento de Las Marinas. Allí, la pregunta flotaba en el aire: será la última Semana Santa de las monjas en Zamora, ¿quién tocará mañana las campanas al paso del Nazareno?
Poco antes de las once de la noche, el Nazareno alcanzaba la Catedral. Tras sus puertas quedaban guardadas las emociones, los sueños y los anhelos de los zamoranos. No volverá a salir hasta el Martes Santo, cuando emprenderá el regreso a su barrio por la senda de la cruz.
Esta noche, con un suave golpe de nudillos, ha llamado a las puertas de una nueva Pasión. Su cruz ya está lista, y Zamora le esperaba, sin prisa, con el corazón en los ojos.
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