El artículo, que se publica en la revista Science of the Total Environment confirma que a corto plazo las medidas de restauración no logran la recuperación de la composición original del suelo, pero sí producen un incremento significativo de su diversidad molecular, lo que, a largo plazo, podría permitir su recuperación completa.
Los investigadores componen un grupo multidisciplinar formado por investigadores del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla, el MNCN, ambos del CSIC y las Universidades de Évora (Portugal) y Sevilla, que han estudiado cómo restaurar los daños de los incendios en el suelo.
Así, apuntan que a largo plazo sí es posible que la actividad microbiana dé lugar a suelos con niveles de humus y de nutrientes lleguen a niveles semejantes a los anteriores al incendio.
El artículo científico recuerda que el suelo es un componente no renovable de la biosfera que es clave para la productividad y sostenibilidad de los ecosistemas terrestres. Precisamente, los daño que provoca un incendio forestal son profundos y la restauración de los ecosistemas asociados, enormemente compleja, según subrayan los investigadores.
Los investigadores llevan años estudiando cómo recuperar la materia orgánica del suelo, sustento de la vida, tras el impacto del fuego. Ahora han confirmado que aunque a corto plazo las medidas de restauración no logran recuperar la composición original del suelo, sí producen un incremento significativo de su diversidad molecular, lo que, a largo plazo, podría permitir su recuperación completa.
El empleo de cubiertas vegetales es una de las prácticas que se aplican para la recuperación de los suelos quemados. Aunque su aplicación es eficaz para proteger al suelo de la erosión, se desconoce el impacto de su aplicación sobre la calidad y cantidad de la materia orgánica del suelo.
En este estudio han trabajado en áreas de pinares del Parque Nacional de Doñana y han comparado cómo se comporta la materia orgánica de suelos en áreas quemadas; áreas restauradas tras un incendio previo y áreas no afectadas por el fuego.
Frente a las zonas que han sufrido los efectos del fuego, las zonas no quemadas son las que conservan mayor cantidad de carbono orgánico, aunque las diferencias se perciben sobre todo en el análisis de las partículas más finas.
En los suelos quemados se ha destruido gran parte de la lignina, un componente mayoritario de los tejidos de las plantas que está presente especialmente en las paredes celulares de la madera.
"Los nuevos compuestos que se forman en los suelos quemados tienen un carácter más aromático y condensado, lo que sugiere que son más resistentes frente a la actividad biológica, retrasando los procesos microbianos requeridos para la restauración el suelo", ha explicado el investigador del MNCN, Gonzalo Almendros.
Asimismo, analizaron los efectos del fuego y las prácticas de la restauración del bosque en la composición molecular de la materia orgánica del suelo, estudiadas mediante pirólisis analítica.
Las superficies de densidad muestran las proporciones de los diferentes compuestos, agrupados en el plano definido por sus correspondientes relaciones atómicas.
"Los resultados nos sugieren que, para alcanzar una restauración de la calidad del suelo hasta los niveles previos al incendio, no solo hace falta un aporte continuado restos vegetales, sino el desarrollo de actividad microbiana durante un número de años suficiente como para que la materia orgánica alcance niveles equivalentes de madurez", continua Almendros.
El suelo es un componente crucial de la biosfera, no renovable a escala humana y ejerce un papel clave en la productividad y sostenibilidad de los ecosistemas terrestres. Cuando una cuenca o parte de ella se ve afectada por un incendio forestal, todo el sistema se ve alterado directa o indirectamente.
La destrucción de la cubierta vegetal produce una inmediata desprotección del suelo frente a la lluvia, con el consecuente incremento en las tasas de erosión.
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