Un 23 de mayo de 1936 nacía Basilio Fernández González en la localidad zamorana de Bermillo de Alba. Apenas unos meses después, estallaría en el país una guerra fratricida que cambiaría irremediablemente el futuro y la historia de España. En sus primeros meses de vida, creció en el entorno típico de un pueblo de la comarca de Alba y Aliste, entre terrones de tierra polvorienta, pisada por vacas y ovejas.
Ahora, 88 años después, con motivo de la celebración del XI Día de la Exaltación de la Capa Alistana, el equipo directivo de APECA decidía homenajear a Basilio, sastre de Capas por accidente, que, aunque solo confeccionó medio centenar de emblemáticas prendas, muchas de ellas, 30 años después, se pueden ver procesionar el Viernes Santo en la procesión de La Soledad de Bermillo de Alba. Así, 'el último sastre de Bermillo de Alba' recibirá este sentido y más que merecido homenaje por una labor única y cuya importancia trasciende mucho más allá de lo material. Basilio y sus capas son patrimonio, son cultura y son Zamora en su máximo esplendor etnográfico.
Con 18 años de edad, un vecino se percata de sus múltiples habilidades manuales y le encarga la confección de una capa parda para las labores del campo. Su primer cliente, convencido de su buena labor, le lleva una capa de muestra por la que se guía hasta su término, resultando de tan buen agrado que, a partir de ese momento, más de una cincuentena de capas pardas de trabajo salieron de su taller y que actualmente podemos contemplar algunas de ellas, el Viernes Santo, en la procesión de La Soledad de Bermillo de Alba.
Con 35 años, dando un giro radical a su vida y siguiendo al éxodo de emigrantes de la Zamora rural, decide probar suerte en Holanda, dejando atrás a su querida familia y tres hijos, para trabajar como obrero de una factoría de cerámica sanitaria, pero a los seis meses se percata de que su felicidad y la llamada de la tierra natal le hacen regresar a su pueblo, donde retoma las tareas agrícolas y ganaderas familiares con la confección de capas, casi todas ellas destinadas a pastores para su protección sobre todo del frío y la lluvia.
Las capas que confeccionaba eran rústicas, de “bagueta”, que aportaban siempre los clientes. En alguna ocasión, a petición de los mismos, le añadía la chiva, pero era muy extraño al no ser típico de tierra de Alba.
A mediados de los 90 sale de su taller la última capa de paño pardo cosida artesanalmente ayudado por una vieja Singer a pedal que aún conserva, tratando de recordar algún otro “hacedor” de capas local, apuntando que en Videmala había otro sastre.
Y ahí se quedó sentado en su andador Basilio a sus 88 primaveras, recordando relatos de lobadas y de aquel hombre que un día se presentó en su casa y le dijo: “Basilio, aquí te traigo una capa de muestra para que me hagas otra igual, no te preocupes que yo te indico…” – esa fue su única clase y que sirvió para mantener en el recuerdo una forma de vida.
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