La barcelonesa Mireia Fresno viste un vestido de seda de intenso color amarillo, que la distingue del resto de sus compañeros. Baja lentamente por la suave pendiente que da acceso al Kailash Ashram, el espacio físico que acoge a la comunidad Advaita vidya, a las afueras de la localidad zamorana de Brandilanes, a solo tres kilómetros de la frontera con Portugal. En ese bello paraje, rodeados de castaños, corzos, jabalíes y zorros, se ha asentado esta colectividad hinduista, que sigue al maestro, el Swami Satyananda Saraswati, quien siempre va ataviado de naranja. “No podríamos haber encontrado un lugar mejor que este”, reflexiona Mireia, mientras relata que en este espacio los participantes se apoyan en el autoconocimiento, en la meditación, un “homenaje continuo a la relajación”.
Desde hace dos años, Brandilanes tiene una característica que no poseen los pueblos del entorno, en la comarca de Aliste. Esta localidad ha duplicado su población gracias a la llegada de esta comunidad hindú desde La Ametllá del Vallés, en Barcelona. Allí, su vida ha cambiado totalmente. Pero también ha condicionado la de sus vecinos. El alcalde de Fonfría, Sergio López, relata a Ical que el municipio cuenta con 822 habitantes. Tras una campaña pública para favorecer el empadronamiento, la sorpresa llegó como el agua que encauza el Ganges. Brandilanes, una de las nueve localidades que conforman el municipio, pasó de 40 a 90 vecinos.
Ello ha conllevado que, aparte de empadronarse, los nuevos habitantes soliciten la tarjeta sanitaria, con lo que en un pueblo que supera las 50 cartillas, el médico “pasa al menos una vez por semana”, mientras que anteriormente, solo lo hacía a demanda. “Estamos encantados, porque además nuestra relación con ellos es muy buena”, ensalza el regidor, quien también subraya los efectos positivos que ha tenido su llegada sobre la educación, pues los niños del municipio acuden a la propia localidad de Fonfría y Alcañices al colegio, con lo que siempre hay menos riesgo de cerrar aulas en ellos. A ello se suman aspectos “tan simples”, calificó, como la posibilidad de ubicar un contenedor de reciclaje de envases de plástico, al que ahora tienen derecho.
Mireia agradece la forma en la que han sido recibidos en el entorno. La comunidad se ubica en lo que antes fue un proyecto de educación ambiental para jóvenes y niños, que incluía una casa rural, y que se fue al traste con la crisis de 2008. Tras años de cierto abandono, Advaita vidya formó su propio Kailash Ashram, cuyo significado es ‘Montaña sagrada del Tíbet’, y que es el espacio que han conformado entre todos los integrantes para poder meditar y reflexionar. Fue adquirido hace tres años y desde hace dos se encuentran allí radicados. Primero lo hizo un grupo de tres personas, que empezaron con la limpieza y ultimaron los preparativos para la llegada de más gente. Más tarde, en julio de 2022, arrancó la práctica espiritual, con el grueso del grupo, que llegó de La Ametllá, pero al que se ha ido sumando “más seguidores en estos años”, incluso de la propia provincia de Zamora.
Margen de crecimiento
Ahora mismo residen en este espacio doce personas, pero tiene capacidad para 90. Sin embargo, para evitar la aglomeración, han instaurado el límite en medio centenar. “En los retiros más grandes es cuando más gente nos unimos. Por eso tenemos el proyecto de ampliar”, pues en épocas como Semana Santa o Navidad se abren las puertas a retiros más populosos.
Fresno desvela que los anteriores propietarios “estaban un poco frustrados por el abandono de su proyecto inicial”, y en cambio ahora “están más contentos al ver que su trabajo ha tenido sentido”, con una comunidad “unida”. Mireia no es solo la mujer que recibe al visitante junto al italiano Lorenzo, quien matiza que en esta religión hay “divinidades a través de la representación, de la búsqueda del silencio, que se encuentra fácilmente”, pero que, aclara, “depende de la mente de cada uno”. Mireia es la compañera de todos, quien les asesora o acompaña, es una ‘brhamacharia’, una figura que se percibe como el paso anterior a ser monje, una preparación para ello, es decir, la mano derecha del Swami. Admite que le gustaría dar el paso definitivo para ser monje en un futuro lo que, “sin duda”, señala, “cambiaría el modo de vida”.
Desde “muy jovencita” practica yoga; y cuando conoció al maestro se dio cuenta de que “no necesitaba más en su vida”. Aunque reconoce que a su familia “le cuesta habituarse a que viva tan lejos de casa”: “Pero me ven aquí tan feliz… que están encantados”, sonríe.
Aquellos que deciden vivir en este lugar se someten a un modo de vida con disciplina, con horarios cerrados y tareas para cada miembro. Todos juntos practican la meditación, yoga, cocinan, reflexionan y llevan a cabo una vida dedicada al autoconocimiento, para lo cual también se apoyan en su nueva biblioteca, con 15.000 volúmenes, principalmente en inglés y francés, la más grande dedicada al hinduismo en España, y probablemente de Europa, que se estructura en un viejo, pero precioso establo que ellos mismos han remodelado y que dirige Madhavi, la bibliotecaria. Allí también, como en el interior de cada edificio, es necesario retirarse el calzado, que se deja afuera, como gesto de respeto al lugar en el que vas a entrar.
La experiencia absorbida en la India
Toda la meditación se basa en el autoconocimiento, pero también en la experiencia absorbida por el maestro, que con 20 años emigró a la India, donde estuvo más de tres décadas “conociendo esta religión y la forma de vivir”. Ahora, desde Zamora, sigue cultivando esta creencia, con 69 años. Durante la visita se encuentra en una de las habitaciones superiores de la casa, despachando sobre sus obligaciones, para dejar tiempo posterior para la meditación.
Una visita por las instalaciones lleva también a las puertas de la sala de meditación, donde quienes la practican acuden “a dejar la mente en blanco”, como afirma Lorenzo, quien prefiere no aportar más datos identificativos. “No es una oración o ruegos a un ser superior, sino rememorar que la mente y el cuerpo están más allá del personaje”, algo que también se constata con los muertos: “Ellos se van, pero queda siempre su legado”.
El bello y llamativo patio interior de la vivienda, con un suelo empedrado rústico, que los miembros de la comunidad han colocado unidad a unidad, está presidido por el ‘Shiva lingam’, también llamado huevo del Tíbet, que es el nombre que se le da a las piedras sagradas de sanación. Al lado, el comedor, en el que se rigen por estrictos horarios: a las 13.30 horas se come, se cena a las 19 horas y a las 23.30 todo el mundo se debe haber acostado y la casa permanecer en silencio.
La comunidad cuenta con un huerto que cuidan sus propios integrantes, pues es su principal alimento, dado que no comen nada de carne, son vegetarianos, “que no veganos”, como ellos mismos afirman, pues sí consumen queso o mantequilla, productos que proceden de los animales.
Lorenzo expone que algunos de los practicantes viven el Ashram, pero otros acuden de forma esporádica a meditar, principalmente los fines de semana, llegados de toda España. “Muchas familias vienen a meditar, junto a sus hijos, pero no se quedan por las dificultades con los menores”, relata. En estos momentos, hay dos mujeres embarazadas, un niño de unos cuatro años y otra menor que ya acude al IES de Alcañices, jóvenes que, aunque no residen de forma permanente en el Ashram, han contribuido a incrementar la población de Brandilanes.
Camino abajo de la biblioteca se encuentra toda la ropa limpia colgada en un tendedero muy natural, junto al almacén de leña, uno de los beneficios del empadronamiento, pues el Ayuntamiento otorga a cada vecino una superficie de monte en el que puede recoger esa madera caída, lo que contribuye, además, para limpiar la zona y prevenir de incendios, “con lo que tiene doble