La historia recuerda a Otero de Sariegos como un lugar propicio para la explotación de la sal y cuya aparición está ligada a la Prehistoria. Muchas pueden ser las causas de la despoblación de este pueblo situado en plenas lagunas de Villafáfila, aunque la emigración se consolida como principal problema. Desde hace algunos años, las palomas son las que se han asentado como habitantes de esta localidad, en las casas derruidas y en los palomares que conforman el entorno.
La iglesia de Otero, edificada en honor a San Martín de Tours, según cuentan las historias populares, tiene la fachada agrietada y como muchas de las casas que aún se mantienen en pie a pesar de los escombros, amenaza con caerse con una simple ráfaga de viento. La iglesia mantiene vivas las tradiciones de San Marcos y San Martín, citadas el 25 de abril y el 11 de noviembre respectivamente, fechas en las que se abren las puertas para festejar dichas fiestas populares.
La Tabla, por su parte, con 99 años de antigüedad, es el pueblo más joven y que más rápido ha desaparecido. Según el investigador Jairo Prieto, y tal y como señala en su libro, por este motivo se trata de un "caso especial". La población se construyó alrededor de la estación de tren, lo que le daba un cierto poder a nivel comarcal, puesto que también poseía varias escuelas y una fábrica de harina. Sin embargo, cuando el comercio de cereales de Tierra de Campos disminuyó, se cerró la línea ferroviaria y los habitantes del pueblo se quedaron sin oficio, por lo que el abandono de la villa se vio propiciado y el futuro de La Tabla abocado al fin.
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