Meses han pasado desde que la ribera más cercana a la ermita de la Santa Cruz luce seca; una situación que se ha acentuado con el 2019 y ha dado paso a un nuevo escenario: el de los restos de un pueblo que, hace ya más de medio siglo, desapareció, al menos físicamente, para siempre.
A la vista quedan los huecos en los que, años ha, las vides agarraban sobre el suelo granítico –tan característico de la zona– y en el que algunas cepas continúan resistiendo al paso del tiempo. A la vista queda el camino que daba acceso al pueblo, con los vestigios de lo que en su día fueron los tradicionales muros de piedra seca, ahora ya prácticamente condenados a recordar el sendero que, en su día, fue un camino continuamente transitado. Pero si hay una construcción al que las aguas también han permitido dar tregua es el cementerio del pueblo. Años después, sigue albergando en su interior las cruces dibujadas por los descendientes para marcar el lugar en el que descansan sus seres queridos. Son escasas las ocasiones para velarles.
En estos días, no sólo emerge Argusino. Emergen también los sentimientos, los recuerdos. El pueblo permanece en un duermevela constante, en una lucha por no caer en el olvido pese a la condena a la que fue sometido.
La bajada del nivel del embalse deja al descubierto parte del desaparecido municipio de Argusino
Argusino vuelve a emerger de sus aguas. El desaparecido municipio sayagués se niega a caer en el olvido. La ausencia de lluvias ha provocado una bajada en el nivel del embalse de Almendra, cuyas aguas cubren los restos del pueblo desde 1969 (fecha en la que la cota de la presa comenzó a alcanzar las primeras casas, hogares y demás construcciones).
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