La catedrática de Epidemiología, Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad Europea de Valencia, la doctora Patricia Guillem, señala el desconocimiento de la metodología exacta de transmisión de la úlcera de Buruli, una enfermedad de origen bacteriano presente en algunos países tropicales, que recientemente se ha viralizado por el caso de la bióloga Patricia Casas.
Casas se encontraba en Perú trabajando en un proyecto de conservación de selvas en 2014 cuando, a su llegada a España, comenzó a brotar esta enfermedad en su brazo provocando una úlcera de hasta 12 centímentros de diámetro. En este contexto, la experta la doctora Guillem afirma que se trata de un caso "importado".
En términos globales, se han notificado casos de úlcera de Buruli en 33 países de África, las Américas, Asia y el Pacífico Occidental, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y a pesar de que la mayoría de estos casos se han producido en regiones tropicales y subtropicales, también se han notificado casos en Australia y en Japón.
Denominada 'Mycobacterium ulcerans', la experta asegura que esta micobacteria se encuentra en el ambiente y, a pesar de desconocer su metodología de transmisión, apunta a estudios "prometedores" vinculados a varias vías de investigación, relativas tanto a los tratamientos como a las causas de infección por la enfermedad.
Por un lado, la doctora Guillem apunta a la infección por picadura de organismos vectores, más concretamente a través del 'Aedes notoscriptus', que son mosquitos portadores de la bacteria capaces de transmitir enfermedades infecciosas a las personas y, según añade, estudios recientes también han encontrado trazas de la misma en heces de zarigüeyas.
En cuanto a la sintomatología, la experta en Epidemiología explica que la bacteria penetra dentro de la piel, en el tejido subcutáneo, generando en primeras instancias un nódulo (bulto) o placa que no supone dolor ni fiebre y, posteriormente, lesiones cutáneas convertidas en úlceras.
En esta línea, advierte de que en estadios iniciales de la enfermedad, un diagnóstico precoz mejoraría el pronóstico y evitaría que la bacteria migrara en profunidad, pudiendo alcanzar hasta los huesos y, por ende, producir lesiones óseas y discapacidades de larga duración.
Estas lesiones pueden provocarse en diferentes partes del organismo, siendo un 50 por ciento más comunes en las zonas inferiores, entre la que destacan piernas, tobillos o pies; un 35 por ciento más frecuente en brazos; y 10 por ciento en otras zonas como la cabeza.
En cuanto a su tratamiento, la doctora Guillem afirma que lo "ideal" es un abordaje con antibióticos como rifampicina y claritomicina con una duración de ocho semanas, pudiéndose extender en el tiempo dependiendo de la respuesta del paciente.
Por último, la experta concluye que debido a su relación con enfermedades como la lepra o la tuberculosis, se ha observado que en algunos individuos vacunados contra estas infecciones la enfermedad ha tenido una mejor respuesta. No obstante, en individuos infectados por el VIH, la progesión clínica y eficacia del tratamiento ha empeorado.
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