El boicot al cava catalán es, en realidad, una medida apoyada por algunos sectores que sacan más rédito de echar leña al fuego que de buscar soluciones.
Según informa el diario digital 20minutos, esta historia se remonta al año 2015, momento en el que las ventas comenzaron a bajar, a pesar de que las bodegas catalanas consiguieron compensar la caída aumentando sus exportaciones y dependiendo menos del mercado interno.
Lo que era menos conocido confirma lo ridículo de ese boicot, del que seguramente volveremos a oír hablar estas Navidades, es la estrategia de algunas bodegas: venta de botellas ya listas y sin etiquetar para que después salgan a la venta como cava valenciano y extremeño.
El trabajador de una bodega catalana lo ha confirmado recientemente a través de su cuenta de Twitter mostrando las jaulas repletas de botellas de cava y que, siempre según él, salían con destino a Valencia para ser allí etiquetadas como propias y convencer a los del boicot de que no están consumiendo algo catalán.
Algo que, por lo visto, no ha gustado a sectores de ambos lados del conflicto. Mientras algunos se sienten engañados, otros consideran que se trata de una estrategia cobarde de las bodegas catalanas, que deberían defender su etiqueta y el origen del producto.
Frente a un boicot absurdo nada como hacer dudar a quienes lo secundan de si ese cava con el que van a brindar encantados de que no sea catalán en realidad viene de allí.