Del año 2000 al 2018, España ha logrado un aumento poblacional del 15,4%. Un crecimiento que presenta importantes variaciones por provincias y regiones. Guadalajara encabeza las provincias con mayores subidas en este periodo, con un aumento del 53,8%, seguida de Almería (36,9%), Girona (34,7%), Baleares (33,5%) y Tarragona (33%). En este sentido destaca también el caso de Guipúzcoa, que aunque acumula un crecimiento más limitado (6,7%), es la única provincia que gana población de forma ininterrumpida año tras año.
En el otro lado se encuentran Zamora (-14,2%) y Orense (-10,4%), que además presentan una despoblación continua a lo largo del periodo. En total, 13 provincias han visto reducido su número de habitantes en el tiempo analizado y hasta el 63,1% de los municipios españoles han reducido su población.
El estudio analiza el fenómeno de la despoblación y concluye que está directamente vinculado al tamaño de los municipios. Esta tendencia hace que a pesar de que crezca el número de municipios pequeños, en su conjunto, estos pierdan habitantes. De esta forma, desde 2011 el número de municipios de 1.000 o menos habitantes aumenta hasta los 4.995 en 2018, el valor más alto desde el año 2000. Sin embargo, la población de este rango de municipios ha caído un 8,9% (una disminución de 142.000 habitantes).
En cuanto a las migraciones, el análisis muestra que el movimiento interprovincial de extranjeros ha suavizado el saldo negativo de los españoles en aquellas provincias más castigadas por la despoblación. En los últimos años, esta tendencia ha disminuido y los extranjeros están siguiendo los mismos patrones que la población local a la hora de moverse de provincia.
Los autores del Esenciales achacan parte de la pérdida de habitantes al problema de la natalidad y al alto envejecimiento de la población. Estas dos causas se ven de forma clara en las dos provincias que salen peor paradas: Zamora lidera un crecimiento vegetativo negativo por tercer año consecutivo, con diez personas menos por cada 1.000 habitantes, seguida de Ourense. Las consecuencias de la combinación de una baja natalidad frente a mayores defunciones, junto a un recambio generacional cada vez más deteriorado,retroalimentan la despoblación y contribuyen a que la dinámica se perpetúe.
Para superar el problema de los desequilibrios demográficos, el estudio propone activar económica y socialmente las zonas clave para su repoblación, dotarlas de los servicios necesarios, fomentar el emprendimiento, la generación de empleo y la digitalización del medio rural. Además, la situación en España no es un fenómeno único sino que sigue el esquema de otros países de Europa. Por ello, los autores creen que se cumplen las características necesarias para plantear medidas a través de una política comunitaria.