Hace un año que Emilio Santiago Lorenzo, don Emilio, dejaba de ser el capellán del cementerio de San Atilano y se iba, sin hacer ruido, sin que parte de la sociedad se enterara, después de cincuenta años de servicio con una pandemia en la que su figura se hizo, si cabe, más importante.
En un acto organizado, a título personal, por Águeda García, la funcionaria del Ayuntamiento de Zamora que trabaja como auxiliar en el cementerio de Zamora, fueron muchas las personas que han podido convivir con don Emilio en sus 50 años como capellán de San Atilano que no quisieron perderse el acto. Desde los alcaldes Rosa Valdeón y Antonio Vázquez, pasando por Martín Ranilla, el que fuera encargado del cementerio; o representantes de Jesús Luz y Vida, la Cofradía de Ánimas y el ex presidente de Jesús Nazareno, Eduardo Pedrero.
Pero si con alguien estuvo siempre don Emilio fue con esos trabajadores anónimos que están en el día a día del cementerio: marmolistas, enterradores, funerarios y muchas otras personas que han trabajado todos los días con el antiguo capellán.
Florencio Gago, el sacerdote que ofició la misa, repasó la vida de Emilio Santiago desde que naciera en 1933 hasta que llegó en 1973 al cementerio de Zamora. "ha recogido el duelo y las lágrimas de tantos zamoranos en un trabajo muy duro" señaló el sacerdote quien recordó que don Emilio ha enterrado a mayores, a jóvenes y a niños e incluso, a familias enteras fallecidas en accidente.
Águeda García repasó sus días de trabajo hasta que un día don Emilio le entregó las llaves y se fue, sin hacer ruido, lo que le llevó a organizarle esta despedida en la que le fue entregado un obsequio.
Por último, don Emilio quiso ser breve en su alocución y sólo recordó que al cementerio se va con una flor o una vela pero que son cosas con gran valor porque van envueltas por el "celofán del amor".
Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios