Zamora y el día en que el solideo del Papa Francisco encontró un nuevo hogar
En una pequeña ciudad castellana, donde el silencio de los conventos aún susurra historias de fe, se guarda uno de los objetos más simbólicos y personales que pueden salir del corazón del Vaticano: el solideo del Papa Francisco.
En el corazón de Roma, bajo el cielo abierto de la Plaza de San Pedro, un gesto de humildad y cercanía marcó para siempre la vida de un zamorano anónimo. Aquel 15 de marzo de 2017, durante una audiencia papal, el Papa Francisco protagonizó un simbólico intercambio que cruzaría fronteras: entregó su solideo a cambio de otro, confeccionado especialmente para él en la misma sastrería vaticana donde nacen sus vestiduras. Ese gesto selló una historia de fe, de encuentros providenciales y de un legado que hoy permanece custodiado en una orden religiosa de Zamora.
Todo comenzó con una visita a la ciudad castellana de una conocida periodista vaticanista. Durante su estancia, compartió relatos íntimos sobre la Santa Sede, Juan Pablo II y la vida en Roma. Aquella conversación sembró una amistad entrañable que, tiempo después, se convertiría en una invitación única: asistir a una audiencia general en el Vaticano con un lugar especial reservado cerca del Santo Padre.
Animado por la emoción de ese encuentro, el protagonista preparó un regalo muy especial. Mandó confeccionar un solideo nuevo, realizado en la sastrería romana donde se elaboran los oficiales del Papa. Un gesto de respeto y cariño hacia el Pontífice argentino, conocido por su sencillez y espiritualidad franciscana.
El día del encuentro, al entregarle el solideo nuevo, el Papa Francisco —en un gesto espontáneo y cargado de simbolismo— se quitó el suyo y se lo dio en señal de agradecimiento. Aquel intercambio, sencillo en apariencia, fue para el zamorano una experiencia profundamente espiritual. “Rompí en lágrimas. Fue una sensación indescriptible. No me lo esperaba. El Papa no solo aceptó el regalo, sino que me regaló el suyo propio.”
Durante esa breve conversación, el Papa reparó en la cruz franciscana que el visitante llevaba al cuello. La reconoció al instante y, con una sonrisa, le dijo:
“Sigue por ese camino que has elegido, que ese es el camino.”
Palabras que aún resuenan en la memoria del protagonista como guía vital.
El solideo original del Papa Francisco viajó de Roma a Zamora, donde fue recibido con discreta admiración. Durante un tiempo fue expuesto en algunas parroquias, acompañado de un documento oficial del Vaticano que certificaba su autenticidad y el origen del intercambio.
Sin embargo, la creciente demanda de ver el objeto obligó a tomar una decisión importante: el solideo fue donado a una orden religiosa zamorana, que hoy lo conserva en un lugar digno y reservado. “No quiero que se convierta en un trofeo ni en objeto de reclamo. Es algo sagrado”, explica quien lo recibió. “Y si algún día el Papa Francisco es canonizado, pasará a ser una reliquia de primer grado, certificada”.
Desde entonces, el vínculo con Roma no se ha roto. En visitas posteriores al Vaticano, el zamorano ha sido recibido con afecto. Incluso cuando no ha sido posible saludar al Papa directamente, ha sentido su cercanía en cada rincón de la Santa Sede.
Zamora guarda hoy en silencio una pequeña prenda blanca, cargada de significado, de historia y de fe. Un gesto íntimo que traspasó los muros del Vaticano para convertirse en una huella imborrable en la vida de quien lo vivió... y en el alma de toda una ciudad.
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