La Iglesia celebra este domingo, 14 de junio, la solemnidad del Corpus Christi, el gran día de la Eucaristía y Día de la Caridad, bajo el lema: “El poder de cada persona. Cada gesto cuenta”. En el caso de Zamora, la celebración tuvo lugar en la Catedral desde las 13.00 horas con aforo limitado. Y es que por motivos de seguridad sanitaria, se limitó el aforo a unas 90 personas.
Ante las medidas impuestas por la alerta sanitaria por el coronavirus, no se pudo llevar a cabo la tradicional procesión por las calles de la ciudad, y la misa concluyó con la exposición del Santísimo Sacramento y la bendición eucarística.
Los asistentes tuvieron que hacer un uso obligatorio de mascarilla y aplicarse gel hidroalcohólico en las manos antes de entrar en el templo. Una vez en el interior, los fieles siguieron manteniendo la distancia de seguridad.
CONSIDERACIONES PASTORALES DEL ADMINISTRADOR DIOCESANO EN LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI Y DÍA DE CARIDAD DE 2020
Estimados diocesanos:
Celebramos este año la solemnidad del Corpus Christi bajo el sentimiento de dolor e incertidumbre que está generando esta pandemia que nos ha tocado vivir. De todos modos, la esperanza cristiana que proviene del amor entregado por Cristo al mundo hasta dar la vida y ofrecerse como alimento tiene que ser la garante de la celebración de este día, de nuestra comprensión y asunción de lo que está ocurriendo y de nuestro compromiso con la búsqueda de soluciones.
La COVID-19 ha cambiado nuestros hábitos cotidianos, hasta el punto de no reconocernos en ellos, la forma de relacionarnos entre nosotros, de concebir el aislamiento, de acompañar los últimos momentos de la vida de nuestros seres queridos, de entender la misma muerte; en definitiva, la comprensión del hombre y su sitio en este mundo creado.
En este Día de Caridad se nos pide que nos abramos confiadamente al amor del Padre y que abramos bien los ojos y los oídos para ver las muchas necesidades de nuestro mundo y escuchar el clamor de tantos y tantos hombres y mujeres que son vulnerables en muchos aspectos, que viven marginados en nuestras sociedades o los empieza a marginar la situación creada por la pandemia, que son excluidos en su dignidad humana, que pasan desapercibidos y anónimos para otros.
Esta situación que ya se vivía y no nos era ajena, se ha acrecentado, y las previsiones hablan de que se acrecentará más, con realidades de inseguridad económica y laboral, de falta de recursos básicos para vivir, de pérdida de empleos, … Está surgiendo una sociedad mucho más frágil y con una hoja de ruta con pocas certezas.
Ante la misma, reconocemos que nos alientan los múltiples gestos de solidaridad que, en las duras experiencias vividas, han llevado a cabo trabajadores de todo tipo, voluntarios, personas de cualquier condición y edad, responsables; entregados todos a aliviar el sufrimiento y hacer más fácil el día a día de este tormento; y que son signos de la bondad y el bien que anidan en la condición humana y la comprensión de esta en su aspecto de comunión.
La entrega de Jesús por todos y para todos nos urge, en este Día de Caridad, a dar una respuesta a muchas situaciones humanas de verdadera necesidad. Tenemos que plantearnos ante esto que está sucediendo, ¿cómo vivir?, ¿qué ofrecer a los demás?, ¿cómo urgir a instituciones y colectivos a que ejerzan la solidaridad en el acompañamiento a los necesitados y la respuesta a sus penurias para que se sientan reconocidos en su dignidad?
Tenemos que apostar, por responsabilidad humana y por exigencia evangélica, por un tipo de vida austero, sencillo, saludable; hemos de dar de nuestro tiempo, de nuestras cualidades, de nuestra posibilidades económicas; y hemos de ser críticos con las instituciones para que ayuden a que los desfavorecidos que van a salir de este trago amargo vean amparadas sus vidas con la dignidad que se merecen. Como cristianos, tenemos que sacar todo lo que tenemos, que el Señor lo multiplicará (cf. multiplicación de los panes y los peces. Mt 14, 13-21).
Nuestra Cáritas Diocesana siempre ha estado ahí, en la lucha contra todo tipo de marginación, en el frente a favor de la dignidad de la persona, en la escucha y atención de tantas y tantas realidades personales que tienen rostro y nombre. Y en esta situación lo sigue haciendo, con toda la entrega y dedicación que la dificultad exige. Como Iglesia Diocesana que es, Cáritas nos pide que, en este Día y en los sucesivos, colaboremos con lo que somos (voluntariado) y con lo que tenemos (medios económicos), para ayudar a paliar, en lo que sea posible, los efectos desastrosos en muchos campos, consecuencia de lo que estamos viviendo.
A nivel diocesano se ha constituido un fondo de solidaridad para ayudar en lo más básico (alimentos, medicamentos, suministros, vivienda, comedores,…) a todos aquellos que la experiencia vivida de la COVID-19 los ha dejado desasistidos, o más de lo que ya estaban. Hago una llamada de atención a particulares, colectivos, instituciones,… a colaborar económicamente en este fondo o aportar en la forma que sea, cualquier contribución será muy bien recibida, con la finalidad de hacer un poco más digna y llevadera la vida de cada día a tantas y tantas personas y familias enteras que están sufriendo en lo más hondo de su ser las consecuencias de esta crisis, y que van a quedar muy tocadas por ella si no se le pone remedio.
Tenemos que ejercer la caridad, hoy más que nunca, para hacer frente a la marginación, la vulnerabilidad social, la falta de consideración, la desigualdad de cualquier tipo; con ello testimoniaremos que nuestro amor no es una farsa (cf. Rom 12,9).
El lema de esta jornada: ‘Pon en marcha tu compromiso para mejorar el mundo’ ha de llevarnos a valorar a los más necesitados por lo que son, por lo que tienen que significar para nosotros y por la preferencia con la que son considerados por Dios; para, desde ahí, ofrecerles un desarrollo integral y abrirles horizontes de esperanza.
Escriben los obispos de la Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social de la Conferencia Episcopal Española con motivo de este Día: “La Iglesia, la familia de los hijos de Dios, imitando a su Maestro, quiere seguir ofreciendo el sustento material a quien lo necesita, el acompañamiento a quienes se sienten solos y el alimento espiritual, que nace de la Palabra y de los Sacramentos, a todos los que tienen hambre de Dios o necesitan encontrarse con Él para descubrir el verdadero sentido de su vida. Esta es la gran obra social que la Iglesia, nacida del mismo Jesucristo, quiere seguir realizando hasta el encuentro definitivo con el Padre”.
Que nuestro compromiso como cristianos o como hombres de bien sea la consideración del otro como persona, llamada a llevar a cabo su historia personal en el desarrollo armónico de todas las facetas de la existencia, con una vida digna tanto en lo personal como en lo social.
Recibid un saludo fraternal,
José-Francisco Matías Sampedro
Administrador Diocesano, S.V.
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