Estaba todo preparado y los zamoranos contaban los minutos sin perder, en ni un solo momento, la esperanza. De hecho, la Plaza Mayor de la ciudad estallaba de alegría con el gol de Nico Williams y, tras el empate de Inglaterra, nadie se venía abajo, y es que la confianza en este equipo y en la actitud que han mostrado en toda la Eurocopa era mucho más fuerte.
Pero luego llegaba el gol de Oyarzabal y con el mismo la euforia de cientos de zamoranos que aguardaban al pitido final. Si la Plaza Mayor se convertía en una fiesta, no era nada comparado con lo que estaba por llegar minutos después.
Decenas de zamoranos acudían a la fuente de la Marina para celebrar la gesta, la cuarta Eurocopa de España, la primera vivida o recordada para los más pequeños, y en una noche templada hubo muchos que no dudaron ni un segundo en bañarse en la fuente. El fútbol volvió a mover montañas y a unir a todos con un mismo color, el rojo y amarillo, colores por los que hoy los de Luis de la Fuente son la envidia de Europa.