Según han señalado fuentes de esta organización, las intensas lluvias de las pasadas semanas y el menor mantenimiento de las zonas verdes debido al Estado de Alarma han aumentado tanto el volumen como la altura de las herbáceas, lo que propicia las condiciones para la proliferación de garrapatas.
A ello se suma el hecho de que muchas personas, tras el confinamiento, han optado por salir a dar paseos por el campo, lo que aumenta el riesgo de picaduras por parte de estos artrópodos, vectores transmisores de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. Así, la semana pasada se detectó en Salamanca un nuevo caso de esta enfermedad emergente en Europa, lo que supone el quinto caso autóctono en nuestro país.
No obstante, la asociación recuerda que la mayoría de las picaduras de garrapata son inofensivas, pero algunas de ellas pueden acarrear consecuencias muy graves para la salud y "una de las más peligrosas" es la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, que tiene una mortalidad del 30 por ciento sin tratamiento.
Ante la proliferación de esta especie y el aumento de los paseos por zonas naturales, por parte de la población general tras el confinamiento, Anecpla recomienda extremar las medidas de prevención para evitar el contacto con garrapatas y, consecuentemente, el contagio de las mencionadas enfermedades de las que es vector de transmisión, con especial atención al sector rural.
Así lo afirma la directora general de Anecpla, Milagros Fernández de Lezeta, quien aconseja "utilizar ropa protectora adecuada, que deje visible la menor superficie de piel posible".
Por otro lado, y después de una exposición a ambientes en los que cabe esperar la presencia de este artrópodo, "es importante" revisar tanto la ropa como la piel y el pelo", con especial atención a las zonas "calientes" como las axilas, el cuello, la cintura y la cabeza son sus preferidas.
Y, en caso de detectar alguna garrapata se debe retirarla rápidamente, "siempre con cuidado y la técnica adecuada".
España, según han recordado las mismas fuentes, es un país con riesgo de circulación del virus debido principalmente a su proximidad geográfica con África; su condición de lugar de tránsito obligado de aves migratorias procedentes de zonas endémicas; por ser una zona con una gran presencia del vector responsable de la transmisión; y debido también a sus condiciones climáticas, similares a otras zonas donde se ha evidenciado la circulación de este virus.
Este patógeno se transmite a las personas, ya sea por la picadura de garrapatas o por contacto con la sangre o tejidos de animales infectados. La mayoría de los casos se han dado en personas relacionadas con la industria ganadera, como trabajadores agrícolas, trabajadores de mataderos y veterinarios.
De igual manera, pueden darse casos de transmisión entre seres humanos cuando exista contacto estrecho con sangre, secreciones, órganos u otros líquidos corporales de personas infectadas. Desde 2016, ya se han contabilizado hasta cinco casos endémicos de esta enfermedad emergente.
El último de ellos, el de un hombre de mediana edad en Salamanca que tuvo que ser hospitalizado recientemente.
Los síntomas de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo "comienzan de forma súbita, en forma de fiebre, dolor muscular, mareos, dolor y rigidez de cuello, lumbago, cefalea, irritación de los ojos y fotofobia (hipersensibilidad a la luz)".
Pueden producirse igualmente náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal y dolor de garganta al principio, seguidos de bruscos cambios de humor y confusión.
Al cabo de dos a cuatro días, la agitación puede dar paso a somnolencia, depresión y debilidad.
Otros signos clínicos posibles son taquicardia, adenopatías (inflamación de los ganglios linfáticos), y diversos fenómenos hemorrágicos, de ahí su particular nombre.
Entre los pacientes que se recuperan, la mejoría comienza generalmente al noveno o décimo día tras la aparición de la enfermedad.