Ya han comenzado las rebajas de invierno, una temporada comercial que permitirá a los consumidores aprovecharse de los descuentos y hacer sus compras pendientes. Pero, ¿cuánto gastaremos?, ¿cómo compramos? El último informe de Acierto.com responde a estas preguntas.
Cada español gastará más de 100 euros
Así, todo apunta a que estas rebajas del comienzos de 2020 arrasarán, en especial en lo que se refiere a las compras en ropa. A esto hay que sumar, además, que es justo en las rebajas del invierno en las que gastamos un 11% más. En total, se estima que desembolsaremos de media unos 110 euros, algo menos que en años anteriores, aunque esto variará según la comunidad autónoma y otras variables. Los más gastones, por ejemplo, son los madrileños y vascos, frente a los castellanoleoneses, los más ahorradores.
Respecto a los productos adquiridos, hay que tener en cuenta que 2 de cada 4 españoles esperan a las rebajas para comprar ropa. Aquí llama la atención que, si bien las mujeres suelen comprar más ropa a lo largo del año, en este periodo el desembolso de ellos y ellas resulta muy parecido. Otros bienes demandados son los tecnológicos, aunque no siempre gozan de los mejores descuentos durante esta época, por lo que muchos han adelantado estas adquisiciones al Black Friday o fechas similares.
El 60% comprará por el mero hecho de las rebajas
Por desgracia, en este gasto se encuentran productos que no necesitamos. Un tipo de adquisición a la que sucumben más del 60% de los españoles y en la que la impulsividad resulta clave. Eso sí, para no sentirnos tan mal, nos justificamos con que se trata de productos no perecederos. En concreto, las cifras de Acierto.com revelan que 3 de cada 5 comprarán de forma impulsiva, tentados por el precio, independientemente de sus necesidades.
Las compras online son un poco más meditadas. Tanto, que hasta 9 de cada 10 consumidores afirman que comparan por Internet antes de comprar. Algo positivo si tenemos en cuenta que más de la mitad de los consumidores prefieren comprar sus productos online en lugar de acudir al negocio físico (el 62% concretamente).
Compras compulsivas y, ¿adictivas?
Sí, pues el comparador también desvela que casi dos millones de españoles son adictos a las compras por Internet. Tal será esta influencia que se estima que en esta ocasión participarán el 60% de los españoles de entre 16 y 74 años. El perfil de comprador que más gastará estos días será el de mujer joven entre los 25 y 45 años con una capacidad adquisitiva media-alta.
Además, el dato más preocupante es que, según los expertos, el 80% de las personas adictas a las compras son mujeres. Por fortuna –y dado que a la mayoría de los afectados les cuesta reconocer que la padecen– es posible detectar esta adicción –oniomanía– de la mano de una serie de señales. Para empezar, los síntomas son muy parecidos a los de otras adicciones: excitación o tensión antes de realizar la compra y satisfacción o reducción de la ansiedad (momentáneas) después. Que el deseo sea tan fuerte que prime por encima del trabajo o la economía familiar, por ejemplo, puede ser otro gran indicador.
También puede percibirse como una pérdida de control a la hora de evitar la compra o detenerla; y de malestar cuando no es posible realizar la adquisición que se desea. Esto produce impaciencia, nerviosismo e irritabilidad. En todo caso no es necesario que se trate de productos muy caros sino que es más importante que la compra sea innecesaria y se produzca en gran cantidad.
Para abordarlo es necesario un tratamiento psicológico -incluso es posible que se requiera de ayuda psiquiátrica en algunos casos más grave-. Existen distintas técnicas que permiten al paciente gestionar su malestar y sensaciones. Contar con un seguro de salud privado nos brindará la oportunidad de hacerlo con mayor rapidez. Ahora bien, la mayoría limitan a un número anual las visitas a este tipo de especialista. Razón de más para comparar entre distintas pólizas.
Es muy importante, asimismo, recalcar que tras este trastorno suele encontrarse un descontrol de los impulsos, pensamientos irracionales y, sobre todo, una falta de autoestima o incapacidad para tolerar la frustración que lleva a los pacientes a actuar de esta manera.