La proyección a futuro un tanto pesimista que se describe y la desmotivación de los docentes queda en buena parte desmentida, al menos matizada, cuando se pormenorizan un conjunto de cambios esperados que, por mucho que se crea que responderán a iniciativas particulares de minorías, definen un horizonte mucho más vivo y dinámico de la Educación de lo que cabria esperar.
En el currículo
Los docentes y expertos vaticinan cambios en los currículos en los próximos cinco años, que seguirán muy vinculados a las competencias de las Comunidades Autónomas.
En líneas generales, los docentes y expertos consultados señalan de forma mayoritaria que se primarán los contenidos curriculares relativos a la instrucción frente a aquéllos otros vinculados a la formación integral, los elementos instrumentales y técnicos en detrimento de las humanidades, los recursos que se suponen más útiles para el empleo, la formación bilingüe, el segundo idioma extranjero, el manejo de las TIC, etc. (si bien, en estos últimos aspectos se duda seriamente de los resultados finales, por falta de recursos y de formación en los docentes: serán cambios más cosméticos que reales).
En este panorama que describen, la Educación en Valores se contempla como deseable pero se vive como una sobrecarga docente, que recaerá básicamente sobre las tutorías, y que si crece (que lo hará discretamente) será por presiones formales del centro o por el esfuerzo de los grupos activistas que se mencionaban antes.
En todo caso, se cree que tendrán preeminencia las estrategias educativas que favorecen la competencia para el trabajo (iniciativa, liderazgo, comunicación social, trabajo en equipo, resolución de conflictos…).
La opinión general no prevé cambios en el tratamiento de la educación religiosa.
En la práctica docente
Los docentes y expertos consultados prevén notables cambios, dinámicos y funcionales, en la práctica docente. Todo ello favorecido por una mayor autonomía funcional del centro, de los equipos directivos y de los enseñantes, y también, por una mayor participación de las familias, sobre todo en los centros públicos y en la etapa primaria. Estos cambios tendrán impacto en la organización interna y en la flexibilidad de las técnicas educativas.
Se cree que aparecerán formas diferentes de agrupación del alumnado, más allá del grupo/clase, por objetivos docentes, por núcleos temáticos, por itinerarios. Como también se espera una mayor adaptabilidad de los contenidos, con posibilidad de elección de materias y con organizaciones diferentes (proyectos o centros de interés), superando el esquema de asignaturas con contenidos rígidamente marcados. Todo esto, localizado fundamentalmente en la etapa de enseñanza secundaria, dependerá en buena medida de la iniciativa de los docentes y no tanto de la presión de alumnos o familias, y aunque ni mucho menos serán realidades generalizadas, aparecerán como experiencias cada vez menos excepcionales.
Se prevé una continuidad en las técnicas memorísticas y las clases magistrales, pero ambos recursos perderán fuerza y presencia a favor de otras técnicas de aprendizaje: audiovisuales, debates, técnicas grupales. Pese al tópico, no se cree que teclados y pantallas vayan a monopolizar los ámbitos de enseñanza. Ciertamente tendrán un uso más generalizado pero sobre todo de carácter instrumental; por ejemplo, los libros de texto irán perdiendo presencia ante materiales digitales, cada vez más preparados por el propio docente. No se piensa que, más allá, vaya a generalizarse una auténtica enseñanza online, para la que la mayoría de profesores no estarán preparados.
Se mantendrán las clases y las tareas escolares a realizar en casa, pero irán ganando presencia fórmulas y métodos de innovación educativa, como el aprendizaje colaborativo, el aprendizaje social o el aprendizaje emocional. También se prevé el mantenimiento de la evaluación a través de exámenes, incluyendo los criterios de paso entre etapas (que probablemente se harán más exigentes), pero también se irán abriendo paso otras formas de evaluación: la evaluación continua o por proyecto, la calificación en grupos reducidos, etc.
En el rol del docente
En última instancia, el eje vertebrador de estos cambios en el proceso de aprendizaje estará marcado por el mayor énfasis en el papel protagonista del alumno en su propio aprendizaje; el profesor tendrá cada vez más el papel de guía, de orientador, en un desarrollo educativo que deja de verse vertical para imaginarse más participativo e implicador de las partes: alumnos, profesores, por supuesto familias, e incluso comunidad.
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