Investigadores del Hospital Mount Auburn (Estados Unidos) han analizado el impacto de la temperatura, la precipitación y el índice UV en las tasas de casos de COVID-19 en Estados Unidos durante los meses de primavera de 2020. Publicados en la revista 'Clinical Infectious Disease's, los hallazgos revelan que aunque el índice de incidencia de COVID-19 sí disminuye con temperaturas más cálidas desde los 11 grados celsius, las temperaturas más cálidas no disminuyen significativamente la transmisión de la enfermedad.
Además, un índice UV más alto también ayuda a reducir la tasa de crecimiento de nuevos casos, pero el impacto general sigue siendo modesto. Los patrones de precipitación no parecen tener ningún efecto en la transmisión del virus.
Se sabe que las tasas de transmisión de algunos virus respiratorios, incluida la gripe, tienden a disminuir durante los meses de verano. A medida que COVID-19 se ha ido extendiendo por todo el mundo, se han planteado preguntas sobre si el calentamiento de las temperaturas, la humedad y el índice UV podrían ralentizar, o incluso detener, la propagación del SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19. Estos efectos en la transmisión del virus serán importantes de entender, ya que los meses más cálidos se suavizan y los estados de todo el país consideran e implementan planes de reapertura.
El equipo de investigación analizó los casos reportados diariamente de infección por SARS-CoV-2 en Estados Unidos desde el 22 de enero de 2020 hasta el 3 de abril de 2020, según lo rastreado por el Tablero COVID-19 de la Universidad John Hopkins, y estimó las asociaciones entre la temperatura, la precipitación, el índice UV, según lo rastreado por los Centros Nacionales de Información Ambiental, y la tasa de aumento de casos.
"Si bien la tasa de transmisión del virus puede disminuir a medida que la temperatura máxima diaria se eleva a unos 11 grados, los efectos del aumento de la temperatura más allá de eso no parecen ser significativos. Basándonos en nuestro análisis, la modesta asociación sugiere que es poco probable que la transmisión de enfermedades se reduzca drásticamente en los meses de verano sólo por el aumento de la temperatura", explica Shiv T. Sehra, director del Programa de Residencia de Medicina Interna del Hospital Mount Auburn y Profesor Adjunto de Medicina en la Facultad de Medicina de Harvard.
Además de examinar cómo los cambios de temperatura entre enero y abril de 2020 afectaron la propagación del SARS-CoV-2, el equipo modeló cuál sería el impacto si un estado se mantuviera dentro de un rango de temperatura máxima, demostrando cinco escenarios diferentes: menos de -1 grados, entre -1 y 4, entre 4 y 10, entre 10-15, y más de 15. El mayor aumento de las tasas de infección se detectó en los días en que la temperatura máxima era inferior a -1 grados.