Las llamadas reválidas tampoco gustan en los sindicatos. Estos creen que no es un buen criterio para establecer el nivel de los alumnos y, por consiguiente, no es mejor que la evaluación continua seguida hasta ahora que los profesores sí apoyan. Consideran que, según estaban pensadas, en el que un alumno podría repetir si suspendía, eran injustas y no ayudaban a luchar contra el abandono escolar. Ahora, que parece que no aparecerán en el expediente del alumno, el problema es el centro.
Todos han sido críticos con la primera prueba en Tercero de Primaria, que ya dejó muchos fallos en su primer año. Falta de exámenes, retraso de algunos, preguntas mal formuladas y fuera del temario dado y cambio de orden de las respuestas en los cuadernillos de corrección llevaron a la comunidad educativa a protestar amargamente. Y es que más allá de los pocos beneficios para los alumnos se le suma la falta de previsión en el examen y la rapidez en hacerlo, afirman los sindicatos. Los profesores, de hecho, vuelven a ser aquí una figura importante en que al final saliera de manera decente la evaluación, según UGT.
La principal preocupación sigue siendo la posibilidad de crear rankings entre los centros que puedan suponer una mayor financiación posteriormente. Más aún cuando el estrés pueda afectar al alumno y, después de un gran año en la evaluación continua, realice un mal examen. CCOO se queja de que esta prueba convierte al profesorado en un instructor que enseña a sacar resultados y no a formar, algo que debe hacer.
Aspes se queja también de las pruebas que tienen que pasar los más mayores. Consideran en el sindicato que el alumno de Segundo de Bachillerato se va a encontrar con demasiados obstáculos antes de entrar en la Universidad.
Quién corrige los problemas es otro asunto controvertido. Los sindicatos quieren que lo haga un funcionario público y que no haya agentes externos ni empresas privadas ni en su redacción ni en la corrección.