El pasado 15 de junio comenzó la última semana del primer estado de alarma declarado desde el catorce de marzo. Una jornada en la que Zamora alcanzó el tan ansiado dato, cero muertos y cero casos nuevos. Fue entonces cuando comenzó un verano en el que los datos ofrecidos dieron el pleno convencimiento de que el coronavirus había desaparecido o que al menos, tal y como hizo todo un país, se fue de vacaciones.
Atendiendo a los datos se observa como la curva disminuyó durante todo el mes de junio y julio, pero a finales del mes de agosto comenzó una escalada que hoy sigue sin frenarse. ¿Qué ocurrió durante el verano?
Ha varios factores que dejan una radiografía del coronavirus durante la época estival. La incidencia del coronavirus bajó, o al menos así lo reflejan los ingresos hospitalarios ya que durante la mayor parte de junio la UCI del Virgen de la Concha se vació de casos Covid, pero la ocupación en planta nunca llegó a cero.
Sin embargo, uno de los datos más significativos es el número de pruebas realizadas. Durante el mes de junio se realizaron 2.972 PCR en Zamora, un total de 3.248 en julio (200 más que el mes pasado) y 7.087 en agosto, el mayor número a finales de mes debido al aumento de casos y de ocupación hospitalaria, llegando hasta las 12.004 pruebas en septiembre terminando octubre con más de 14.000 pruebas realizadas en un solo mes.
¿Supone esto que durante el verano bajaron los casos por hacerse menos pruebas? Sí y no. Durante todo el mes de junio y hasta finales de julio no se contaba con la logística que se puso en marcha en días posteriores en Zamora, al igual que el resto de la comunidad. El trabajo de los rastreadores marcó un antes y un después en la realización de pruebas.
Los trabajos comenzaron a finales de julio y con ellos el aumento en el número de pruebas debido al rastreo de los contactos de los positivos. Una medida que trajo consigo un incremento de pruebas comparando las 200 pruebas de diferencia entre junio y julio, a las casi cinco mil pruebas de diferencia entre el mes de julio y agosto, momento en el que entraron en juego los rastreadores.
Los rastreadores y las consecuencias de una movilidad y una época estival que dejó escenas desde reuniones familiares hasta vacaciones con amigos, lo que derivó en los llamados brotes. Otro aspecto que formalizó la realización de más pruebas tuvieses o no tuvieses síntomas.
Así, la diferencia de pruebas mensuales entre junio y octubre asciende hasta 11.028 pruebas menos realizadas en junio, al ritmo que los contagios comenzaron a subir. En conclusión, la diferencia de pruebas en verano y otoño, extrapolando la información ofrecida por la Junta de Castilla y León, deriva de una mejor organización por parte de Sanidad para acotar los casos, y de un verano en el que, por un momento, los indicadores mostraron un descanso del virus, con él que la población también se relajó.
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