Aunque la utilidad real de cualquier día internacional a favor o en contra de lo que sea sigue siendo cuestionada, el mero recordatorio se antoja útil en si mismo cuando se trata de sensibilizar a la sociedad ante problemas globales. Por eso, sigue siendo relevante que mañana, 4 de febrero, se celebre el Día Internacional Contra el Cáncer, y más en un contexto en el que la pandemia de coronavirus ha fagocitado la atención global.
Hace unos días, se cumplió el aniversario del primer caso de COVID-19 detectado en España. Aquel ciudadano alemán ingresado en el Hospital de La Gomera dejó muy pronto de convertirse en una anécdota, como los avezados intérpretes de la realidad sanitaria nacional auguraron en aquel momento, para dar paso a una de las mayores tragedias vividas en España y en el mundo. “El cáncer es igual para todos pero no todos son iguales frente al cáncer y nuestro objetivo es visibilizar el impacto de la pandemia de COVID-19 sobre los pacientes de cáncer y sus familiares y movilizar a la sociedad en apoyo de las personas afectadas”, según rubricó la AECC de Zamora.
Mientras el coronavirus avanzaba a pasos agigantados, el sistema sanitario intentaba asimilar a trompicones las crecientes necesidades y ello repercutía en los problemas que ya eran habituales antes de la pandemia. De hecho, un estudio sobre el impacto sanitario del coronavirus en la atención hospitalaria a pacientes oncohematológicos reveló que en marzo, abril y junio de 2020, bajó un 21 por ciento el número de primeras consultas respecto al mismo período de 2019.
“Se habla de que es posible que veamos un repunte porque se ha diagnosticado menos. Ese retraso no se ve inmediatamente porque llevamos unos cuantos meses con ese problema pero, durante 2021 y 2022, veremos ese aumento por lo que se dejó de diagnosticar a tiempo”, advierte la presidenta de la Asociación Española Contra el Cáncer de Segovia, Ana Isabel Sanjosé. “Lo más importante es el diagnóstico precoz para poder cogerlo a tiempo y conseguir la curación o la mejora de la calidad de vida. Cuanto más se retrase, más complicaciones y menos supervivencia”.
En este contexto, siempre a expensas de lo que los datos analizados indiquen, no es descabellado pensar que un 21 por ciento menos de diagnósticos podría conllevar un aumento ostensible de la mortalidad. De hecho, ha habido algunos casos con repercusión mediática que apuntan a situaciones manifiestamente mejorables y que conllevaron el fallecimiento de pacientes.
COVID.19, cáncer y enfermedades del sistema circulatorio
Según las cifras que ofrece el Instituto Nacional de Estadística, 113.000 personas murieron en 2018 a causa de algún cáncer lo que, hasta la aparición de la COVID-19, lo convertía en la segunda causa de muerte en España, solo superada por las enfermedades del sistema circulatorio, dentro de una tónica que no ha parado de crecer en Europa durante la última década. Y ojo, que era el primer causante de fallecimientos por lo que se refiere a los hombres, con una incidencia global que subió un 2,2 por ciento respecto al año anterior, y la tendencia no parece mejorar, según las aproximaciones no oficiales.
Los tumores que más muertes han producido fueron los de bronquios y pulmón, con más de 23.000 fallecimientos y tendencia al alza; colon, más de 11.000; páncreas, más de 7.000 y un crecimiento anual ostensible; mama, cerca de 7.000 y también en aumento, y próstata, con menos de 6.000 y en descenso.
En los tiempos de coronavirus, en los que hay una gran sensibilización mediática respecto a las tasas de contagios y de personas fallecidas, no se habla mucho de esa ratio aplicada al cáncer, aunque el cáncer mata en Castilla y León, según el INE, a una media de 230 personas por cada 100.000 habitantes.
El Observatorio de la Asociación Española Contra el Cáncer también maneja datos de 2018, año en el que murieron por ese tipo de enfermedad casi 1.579 personas en León; más de 1.440, en Valladolid; 1.041, en Salamanca; 1.019, en Burgos; 644, en Zamora; 55, en Palencia; 498, en Ávila; 439, en Segovia, y 268, en Soria.
Las cifras del Observatorio de la AECC son extrapolables, en general, al tiempo actual, a la espera de que se analice con detalle de qué forma ha afectado la pandemia de coronavirus a la prevalencia del cáncer, a la eficacia de los tratamientos y, sobre todo, de la detección precoz
Ana Isabel Sanjosé, segoviana de 61 años, médica de familia y odontóloga en ejercicio y representante provisional de la AECC en Castilla y León, valora la reacción positiva, en general, ante la enfermedad en la Comunidad autónoma. “Se está respetando en Castilla y León que no se retrasen los diagnósticos, los tratamientos ni las cirugías de cáncer. Es verdad que en los períodos de máxima afluencia por COVID-19 se han podido ralentizar un poco pero lo normal es que se conserven los tratamientos, los traslados a otras provincias y las cirugías”, expone. “Los profesionales han hecho un esfuerzo tremendo para mantener la atención y seguir a todo los pacientes. Podemos tener fallos, pero creo el SACyL ha respondido de forma muy importante, al margen de errores que puedan darse. Cuando se desbordó el problema de la pandemia, pueden haberse dado casos puntuales en citaciones o traslados”, señala.
“Hemos recuperado desde el pasado mes de junio los cribados de cáncer de colon, mama y cerviz. Se ha recuperado el nivel que había y se mandan las cartas al cien por cien aunque la participación es menor por el miedo al coronavirus. Se calcula que si antes participaba en el cribado de cáncer de colon el 47 por ciento de la población, ahora participa alrededor del 30 por ciento”, anota.
Ánimo
La pandemia de COVID-19 deja su huella en todos los frentes, con especial profundidad en lo trabajadores sanitarios que, además del trabajo y el riesgo cotidiano por exposición al virus, se enfrentan a intentar asimilar la irresponsabilidad de no pocas personas que nunca han llegado a tomarse en serio la amenaza. “Estamos intentando animarnos pensando que todo esto pasará pero es muy difícil. Estamos mirando el día a día y no ponemos la vista más allá porque, si no, a veces resulta desalentador”, reconoce.
El presidente de la AECC en Zamora, Alfonso Fernández (Zamora, 1947), fue jefe del Servicio de Traumatología del Complejo Asistencial de Zamora hasta que se jubiló, hace casi cuatro años. “Desde que empezó la pandemia, ha bajado el número de diagnósticos de cáncer, no porque esa enfermedad vaya mejor, sino por las circunstancias generadas por la COVID-19”, anota, en coincidencia con la representante autonómica. “Ha habido cierta pérdida de oportunidad porque ha habido más diagnósticos tardíos al reducirse los cribados. El cáncer precisa un diagnóstico precoz para mejorar los resultados y puede haber tumores que podían solucionarse desde un principio pero que se tratan cuando empiezan a evolucionar”.
En el caso de la provincia de Zamora, una de las más envejecidas de España, “se está notando más en el cáncer de colon, mama y del aparato digestivo, así como el de riñón”, sin contar con el cáncer de piel, por ejemplo. “El acceso al médico de Atención Primaria se ha reducido y resulta muy complicado hacer un diagnóstico por teléfono para este tipo de problemas”, comenta.
Actividad presencial
Con todo lo que está ocurriendo, las medidas sanitarias contra la pandemia han obligado a reducir a la mínima expresión la actividad presencial de la AECC en Zamora y en toda Castilla y León, aunque se procura mantener todo lo posible la atención y el acompañamiento. “La presencia física ha bajado muchísimo. Por ejemplo, los cursos para dejar de fumar, la gimnasia y los talleres no se pueden hacer o se hacen con grupos reducidísimos. Está todo programado, incluidos los paseos saludables con grupos de enfermos oncológicos y un guía, pero suspendido por las medidas sanitarias”, enumera Alfonso Fernández.
María del Pilar Sánchez, zamorana de casi 55 años, fue limpiadora de una residencia hasta que el cáncer le obligó a coger una baja. “Me quitaron un tumor de un pecho el año pasado. Ya había estado en agosto y, el 15 de noviembre de 2019, me confirmaron que era un tumor pero, en principio, me dijeron que me lo quitaban, me daban radio y ya estaba”, relata. “Pero, cuando me operaron, me lo quitaron, lo analizaron y tenía dentro uno pequeño de estadio 2, por lo que he tenido que pasar por la quimio, por la radio, sigo con los anticuerpos, con las pastillas estoy ya… O sea, todo”.
Tratamiento
María del Pilar consiguió llevar con entereza la quimioterapia, aunque las pastillas le empezaron a hacer mella y ha tenido que lidiar con los efectos secundarios del tratamiento. “La verdad es que he tenido mucha suerte porque la quimio la llevé fenomenal, para todo lo que ves por ahí. Estoy peor ahora, con las pastillas. Mis uñas, mis manos, mis pies, los dolores musculares que tengo… Las uñas se me agrietan, como cuando te haces respigones. Pues así, pero en todas, sobre todo las de las manos, grietas por todos los sitios. Son pequeñas pero son dolorosas, claro”, indica. “Tú las notas ahí. No tienes la misma fuerza y tienes una sensibilidad distinta. Y, en cuanto a los músculos, por la noche se me suben las bolas y los tendones se me encogen. Pero todas, todas las noches, pero vamos, que se me pasa al ratico y vuelvo a quedarme dormida. Por eso te digo que, en ese aspecto, he tenido mucha mucha, mucha suerte”.
Además de afrontar la incertidumbre y los efectos del tratamiento, esta brava mujer también mantiene todo su empuje como madre de un joven y dos mejores. “Una de las niñas lo lleva mal y está con una ansiedad terrible, pero es que, hace 16 meses, su padre falleció de cáncer y, a los dos meses de fallecer su padre, me detectaron a mí el mío. Entonces, han estado aguantando y esta, en cuanto ha visto que estoy a punto de terminar y que estoy bastante bien, se ha puesto…”, explica.
“No me ha quedado otro remedio más que ser fuerte y, por añadidura, la pandemia, que es una situación terrible. Parece mentira que no nos demos cuenta pero es que es terrible. Se murió mi suegro a los nueve meses de morir mi marido, ya en plena pandemia, sin poderlo despedir”, lamenta.
Durante todos estos meses, María del Pilar ha seguido el proceso tal y como le prescribieron los médicos y valora el esfuerzo del sistema para que el coronavirus no lo haya impedido. “A mí jamás me ha faltado mi tratamiento. Me lo han podido cambiar de un día para otro porque, a lo mejor, no estaba la oncóloga pero, vamos, sin ningún problema. Alguna prueba que me han pedido sí que se me ha retrasado pero, por lo demás, lo que es durante la quimio, jamás”, asegura. “Aquí, en Zamora, el servicio ha dado la talla, yo creo que estupendamente, además. Cuando vamos allí a tratamiento, al final, terminas haciendo amistad y conociendo a un montón de gente porque siempre estamos los mismos. Y todos estamos igual, con nuestros tratamientos y luchando”.
“Cuando me incorporé, me despidieron”
A sus 38 años, María Zamorano ya ha pasado por una experiencia con el cáncer que le ha hecho ver la vida de un modo mucho más exacto que el común de los mortales. Un carcinoma medular detectado hace cinco años en el tiroides puso en marcha un proceso de cuidado y examen que deberá seguir de forma permanente para evitar riesgos. “Forma parte de una enfermedad endocrina que hace que me salgan tumores en las glándulas, una de ellas, el tiroides. Luego, me quitaron de un riñón un tumor que suele ser benigno, aunque más peligroso que otros tipos”, puntualiza. “Ahora estoy en situación de control. Tengo que estar así de por vida y que no vuelva a reproducirse Me limpiaron bien pero hay que controlar mucho porque este tumor no reacciona ni con quimioterapia ni con yodo. Es todo quirúrgico aunque ahora parece que hay algún avance y pruebas clínicas en marcha”.
María, quien afirma que el “seguimiento y el tratamiento durante la pandemia ha sido el adecuado”, llevaba seis trabajando como dependienta en una empresa en Zamora y tuvo que coger una baja para someterse a dos operaciones quirúrgicas seguidas. “Cuando me reincorporé, me despidieron. Son cosas que pasan y con cierta frecuencia”, dice. “Parte de esta enfermedad es hereditaria, así que he tomado, de momento, la decisión de no tener hijos. No quiero hospitales de momento, si puede ser”, concluye.
La palabra ‘cancer’ sigue imponiendo un gran respeto a la sociedad pero dista mucho del significado que tenía hace dos o tres décadas, cuando se identificaba fácilmente con la muerte. De hecho, el trabajo de las asociaciones y los destacados avances científicos han permitido que se pueda hablar con mayor serenidad de un problema importante. “Por ejemplo, el cáncer de mama tiene unos porcentajes altísimos de curación. Cada vez es mayor la especialización y eso no permite adaptar los tratamientos médicos y psicológicos de una forma muy personalizada”, afirma Nora García, psicóloga en la AECC de Zamora. “Con la pandemia, ha aumentado mucho la ansiedad. Nos cambian las normas continuamente, no sabemos qué va a pasar dentro de una semana, la atención pasa a ser telefónica o a través de Internet y los pacientes piensan que las cosas van a ir peor y ese aumento de la incertidumbre les afecta mucho, en plena era de la inmediatez”, agrega.
Incertidumbre
En este sentido, Nora Herrera recuerda que “no nos han enseñado a gestionar la incertidumbre”, lo que tiene su efecto en la persona y en la sociedad. “Estamos viendo pacientes cada vez más jóvenes con diagnósticos más leves. Eso quiere decir, en principio, que la prevención está funcionando y hay mejores resultados y mejores previsiones, aunque no siempre las cosas salgan bien”, considera. “Durante la pandemia, nos han bombardeado con la cifra de muertos por coronavirus y la gente se queda igual por la repetición del mensaje. Es el efecto disco rayado, que decimos nosotros, y el mensaje no cala”, advierte.