Con motivo del Día Mundial del Ictus que se celebra el 29 de octubre, la sociedad médica estima que dos de cada tres personas que sobreviven a un ictus presentan algún tipo de secuela, en muchos casos discapacitante.
Según datos del Atlas de Ictus en España 2019, elaborado por el Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la SEN junto con Bristol Myers Squibb y Pfizer, el 59 por ciento de los pacientes que han tenido un ictus tienen problemas para realizar sus actividades cotidianas, más de un 62 por ciento tienen problemas de movilidad, un 64 por ciento sufren dolor y malestar y un 36 por ciento percibe su estado de saludo como malo o muy malo.
Así, la organización destaca que, según datos del Atlas Nacional del Ictus, actualmente más de 650.000 españoles se han visto afectados por un ictus y de ellas unos 350.000 presentan alguna limitación en su capacidad funcional como consecuencia de éste.
"Y si comparamos las secuelas de esta enfermedad con las de otras enfermedades crónicas, las personas que han padecido un ictus tienen una peor percepción de su estado de salud, presentan un mayor riesgo de problemas mentales y se ven más afectados en las distintas dimensiones de la calidad de vida, especialmente en aquellas referentes a la movilidad, la realización de actividades cotidianas y en la sensación de dolor o malestar", ha comentado la coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN), la doctora María Alonso de Leciñana.
Según datos de la SEN, dos de cada tres personas que han padecido un ictus en España tienen más de 65 años. Este grupo de pacientes son los que presentan con mayor frecuencia dificultades para realizar actividades básicas de la vida diaria después del ictus. Así, el 44 por ciento de las personas mayores de 65 años que han sufrido un ictus tiene dificultades para ducharse o bañarse sin ayuda y el 56 por ciento para realizar tareas domésticas ligeras. Unos porcentajes que casi duplican a los de otras enfermedades crónicas, tumores, o accidentes. Asimismo, el ictus se asocia a mayor disacapacidad en las mujeres.
"No obstante, aunque la edad es un factor de riesgo importante, el ictus no solo afecta a las personas mayores. En las últimas dos décadas han aumentado un 25 por ciento el número de casos entre personas en edades comprendidas entre los 20 y 64 años y un 0,5 por ciento de los casos se dan en personas menores de 20 años", ha destacado la doctora.
UN COSTE SANITARIO ELEVADO
Según ha explicado la doctora, en España, el coste total medio por paciente que ha sufrido un ictus es de 27.711 euros al año, de los que el 67 por ciento corresponderían a costes directos no sanitarios, el 31 por ciento a costes directos sanitarios y el 2 por ciento restante a costes indirectos. El coste total de los nuevos casos de ictus en España supondría cada año 1.989 millones de euros, siendo gran parte de esos gastos asumidos por la familia. Sólo el 10 por ciento de los pacientes con discapacidad por ictus reciben alguna prestación económica.
La doctora ha señalado que, a pesar de que en los últimos años ha disminuido la mortalidad y también la incidencia de ictus gracias a la prevención, detección precoz y mejora de la atención neurológica especializada con el desarrollo de las Unidades de Ictus, el aumento de la esperanza de vida y las previsiones de envejecimiento de la población hará que las cifras de afectados vuelvan a aumentar.
"Ello justifica la necesidad de optimizar la asignación de recursos para la prevención, el tratamiento y la rehabilitación de los pacientes con ictus, para reducir el impacto de esta enfermedad", ha señalado la doctora.
Según la SEN, la prevención de los factores de riesgo modificables de esta enfermedad y el tratamiento de los mismos es la medida más efectiva para la reducción de nuevos casos. Esto se debe, han afirmado, a que entre un 80 y un 90 por ciento de los casos de ictus podrían evitarse eliminando el consumo de tabaco y alcohol, llevando una dieta adecuada, realizando ejercicio físico, evitando el sedentarismo y la obesidad, o con un tratamiento y seguimiento adecuado de enfermedades como hipertensión arterial, diabetes, hipercolesterolemia, fibrilación auricular u otras enfermedades vasculares.