¿Cómo recibió la noticia de que eran detenidos tantos cargos públicos por corrupción?
Como cualquier ciudadano. Nosotros estamos tan sorprendidos, indignados y enfadados como cualquier otro ciudadano porque, antes que políticos, somos ciudadanos. Estoy en la calle todos los días, no llevo escolta, voy al supermercado y hago mi vida diaria como cualquiera y noto el cabreo de la gente y de mis vecinos. Uno de los problemas que se derivan de todo esto es que unos pocos logran manchar el nombre de la mayoría, que es honrada y que hace su trabajo con vocación de servicio público.
¿Qué le parece el perdón “en nombre del PP a todos los españoles” que ha pedido públicamente el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy?
Me parece que haber pedido perdón es un ejercicio de responsabilidad y yo le aplaudo, además, porque ha anunciado que va a tomar medidas. Es que el perdón, sin medidas, no tendría ninguna utilidad. Y va a ir acompañado de medidas contundentes, que es lo que esperamos los españoles. El aparato del Estado puede combatir este problema de la corrupción porque tiene fuerza para hacerlo y porque podemos hacerlo. Hay que colocar la corrupción como un problema de Estado, igual que lo ha sido la crisis económica y ahora empezamos a notar que estamos mejor.
¿Qué tipo de medidas hay que tomar para evitar los niveles de corrupción política de los últimos tiempos?
Drásticas. Es imprescindible tomar medidas drásticas. Es el momento de que, en el ámbito nacional, se tomen medidas contundentes y animo al presidente del Gobierno de España a que adopte medidas duras porque hay que acorralar esta lacra y todo el aparato legislativo del Estado puede hacer muchas cosas para atajar a los corruptos y, sobre todo, para evitar la tentación de la corrupción y la posibilidad de la corrupción.
¿Hay que valorar que, a pesar de llegar un tanto tarde, la Audiencia Nacional haya actuado?
Estos hechos demuestran que algo ha fallado en el sistema. Es verdad que se ha detenido a mucha gente pero está claro que algo ha fallado en los controles previos. No sé si es preciso reformar el Código Penal o la Ley de Enjuiciamiento Criminal o dotar con más medios humanos a jueces e inspectores. Hay una prioridad, junto a la crisis económica, que es atajar la corrupción porque un estado democrático no se puede permitir estos niveles de corrupción, que están contaminando el sistema.
¿Cree que vivimos la peor época de corrupción de la historia reciente de España?
No sé si es la peor época de la historia reciente pero sí es verdad que ahora no afecta a un solo partido sino a todos y es tremendamente llamativa, sobre todo por la dimensión que han alcanzado los medios de comunicación y la rapidez de las noticias, que hace parecer todavía más abultado el problema. La inmensa mayoría de la gente que está en política es honrada, porque no hay que olvidar que el problema no es cuantitativo sino cualitativo. Cuando la ética personal no funciona o cuando el reproche social no funciona, al que tiene la tentación de la corrupción solo le vale que sienta el aliento de la condena penal.
Aunque no ha alcanzado dimensión penal, sí ha alarmado mucho a la población el asunto de las tarjetas opacas de Cajamadrid. ¿Le parece que bastan decisiones como la expulsión de Rodrigo Rato del Partido Popular?
Bueno, la expulsión es lo máximo que un partido puede hacer, ya que lo demás le corresponde a los jueces, que son quienes deciden si un comportamiento es legal o no. Lo que es evidente es que, con independencia de lo que hagan los partidos, el problema toca a todos ellos y a los sindicatos, como un mal que tenemos ahora y que hay que combatir. Es un problema de Estado, no de partido, y así hay que tratarlo. Si el Partido Socialista y otros partidos no quieren sumarse a un pacto al respecto, es un problema para ellos, pero el Partido Popular tiene que hacerlo, aunque no esté acompañado en ese camino.
El pasado fin de semana, estuvo codo con codo en la Intermunicipal de Murcia con su homólogo de la Diputación de León, Marcos Martínez, uno de los detenidos en la operación Púnica. ¿Siente rabia?
Rabia no es la palabra. La palabra es ‘desolación’ y ‘decepcion’. Estuve el domingo con el presidente de la Diputación de León y, no quiero juzgar a nadie, pero me produce una tremenda decepción lo que ha ocurrido y tengo sensación de incredulidad. Hemos compartido muchos ratos y, en ese sentido, hay pocas palabras más que decir.