Una de las leyendas más famosas, quizá por ser premonitoria de la catástrofe ocurrida en Ribadelago, es la que narra el origen del Lago.
La leyenda cuenta que un buen día, llegó al municipio de Valverde de Lucerna un peregrino pidiendo limosna, y al que nadie quiso ofrecer ayuda, a excepción de una panaderas que estaban cociendo pan, las cuales se apiadaron de él, le dejaron entrar para resguardarse del frío y metieron algo más de masa en el horno. Sin embargo, esa masa creció tanto y tanto que acabó por salirse del horno y las mujeres, sorprendidas, escucharon de boca del peregrino el castigo que iba a sacudir la aldea ante su falta de caridad, la inundación.
A su vez, el peregrino cogió su basto y golpeando el suelo pronunció:
"Aquí clavo mi bastón
aquí salga un gargallón
aquí cavo mi ferrete
que salga un gargallete."
Tras esto, el agua brotó a borbotones inundando el agua el pueblo de Valverde, salvándose de las aguas tan solo el horno, que conforma la pequeña isla que hay en el Lago.
Sigue la leyenda contando que los vecinos quisieron sacar las dos campanas de la iglesia hundida para lo que usaron dos jatos bien alimentados. Sin embargo, uno de ellos no pudo sacar ninguna campana por lo que mientras se hundía, una campana le decía a la otra:
"Tu te vas, Verdosa,
yo me quedo Bamba
y hasta el fin del mundo
no seré sacada"
Y esta, la hundida, es la campana que los hombres de bien pueden oír repicar desde del fondo de las aguas, todos aquellos que se bañen durante la noche de San Juan.
También, Miguel de Unamuno, llevó esta leyenda a la novela que el escritor llamó ''San Manuel Bueno, mártir'', donde el catedrático de la Universidad de Salamanca convirtió el legendario pueblo de Valverde en Lucerna:
"Campanario sumergido
de Valverde de Lucerna
toque de agonía eterna
bajo el agua del olvido..."