El segundo día de las XIII Jornadas Diocesanas de Zamora contó ayer, jueves 29, con la presencia de Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, cuya ponencia llevaba por título “La vida consagrada en la Iglesia”. Antes, el vicario de Pastoral, Fernando Toribio, había dirigido la oración compuesta por el papa Francisco para el Año de la Vida Consagrada.
La presentación del ponente corrió a cargo del obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, que compartió con los asistentes la alegría y el agradecimiento por contar con el arzobispo ovetense en estas Jornadas. “Es también religioso, porque antes de ser obispo era franciscano”, añadió. Más tarde el interpelado apostilló que sigue siéndolo.
Monseñor Sanz comenzó su intervención recordando cómo Juan Pablo II, en la exhortación Vita consecrata, “revitalizó el nexo entre la Iglesia y la vocación consagrada, como algo que afecta al pueblo de Dios”. Así, la vida consagrada forma parte de la esencia de la Iglesia, y su fidelidad repercute en el resto de los fieles. “Hablamos de algo profundamente eclesial, algo que nos afecta a todos, no algo prescindible o secundario, sino algo que afecta a la santidad de la Iglesia”.
De ahí que el papa Francisco haya querido dedicarle todo un Año conmemorativo a la vida consagrada. “Con este motivo podemos profundizar, con asombro, en la novedad que se nos propone mirar. Quiere que miremos a Santa Teresa de Jesús, nuestra santa abulense, pero también a la vocación cristiana que representa la vida consagrada en general”, afirmó el arzobispo.
Habló del sentido de las comunidades contemplativas, que “nos recuerdan desde el silencio del claustro la presencia de Dios”, de los institutos de vida activa “que salen a los caminos del mundo” junto a tantas personas en los más diversos ámbitos de la educación, la misión, la caridad, etc. “Hay siempre un nombre de un hombre o de una mujer que dio origen a cada una de estas realidades”, y desgranó una pequeña letanía de santos fundadores.
“Cuántos hombres se encontraron con Jesús quedaron prendados y prendidos de alguna palabra del Maestro. Sus vidas fueron testimonio de esa palabra de la que fueron constituidos portavoces, y de esa belleza de la que fueron constituidos portadores. Así fueron naciendo en el tiempo los distintos caminos religiosos con su espiritualidad concreta”, señaló.