Investigadores de la Universidad de Salamanca han descubierto la historia evolutiva de una especie en peligro en extinción y han determinado los lugares estratégicos para su conservación.
El estudio, desarrollado por miembros del Grupo de Investigación Reconocido de la USAL BIOCONS (Grupo de Investigación en Biodiversidad, Sistemática y Conservación de Plantas Vasculares y Hogos) realizó los análisis de laboratorio en el Banco de ADN Vegetal de la Universidad de Salamanca, un moderno laboratorio adscrito al Banco de ADN nacional.
Publicado en la prestigiosa revista AoB Plants, la investigación se centró en la especie Astragalus edulis, una leguminosa en peligro de extinción que se encuentra en Canarias, Marruecos y en el sur de la Península Ibérica, y cuyo fruto guarda cierto parecido con el garbanzo, si bien presenta una forma cúbica.
Los investigadores Javier Bobo-Pinilla, Julio Peñas de Giles, Noemí López-González, Sonia Mediavilla y Montserrat Martínez-Ortega, aplicaron una combinación de novedosas técnicas de análisis Bayesiano computacional (Approximate Bayesian Computation) junto con modelos de distribución de especies (SDMs) para determinar el corredor que pudo utilizar la planta desde el norte del Atlas para colonizar Canarias y el sur de la Península Ibérica.
Según se deduce de los resultados del estudio realizado sobre esta leguminosa, que podemos encontrar de forma silvestre y que es comestible pero no se cultiva, este corredor geográfico podría haber sido utilizado por más especies para colonizar desde el sur de Marruecos, la Península Ibérica. Hay que tener en cuenta que ambos territorios comparten buena parte de su flora debido a que las condiciones climáticas son similares y a que están separadas por el estrecho, que no representa una barrera infranqueable para muchas especies de plantas.
La aplicación de esta combinación de técnicas permite generar diversas hipótesis sobre la historia evolutiva de las especies e integrar datos de origen, distribución y recorrido en su proceso de colonización de nuevos territorios.
Investigadores
Las técnicas parten de datos genéticos observados en la actualidad y de datos ecológicos y climáticos que obtenemos de la ubicación geográfica de la planta. Las características ecológicas y climáticas de dichos lugares generan un modelo que se compara con las características de esa área geográfica en el pasado, para identificar qué lugares presentaban las características idóneas para la presencia de la especie. Juntando esta información con la diversidad genética de la especie y la reconstrucción de su historia evolutiva (cómo ha variado genéticamente la especie a lo largo del tiempo) podemos decantarnos por la explicación más plausible que muestre el punto de procedencia y el camino recorrido a lo largo del tiempo.
El análisis Bayesiano permite contrastar posibles escenarios de partida que expliquen el patrón genético observado en la actualidad. De esta manera conseguimos un análisis más completo y fiable pues evitamos trabajar con la valoración una única hipótesis, cuya interpretación puede llevarnos a una conclusión errónea.
En las tres ubicaciones señaladas se ha comprobado que dicha planta muestra variaciones genéticas que conforman grupos geográficos. Estas variaciones permiten determinar cuáles son las poblaciones más relevantes para proteger, puesto que agrupan más individuos con variedades genéticas (diversidad) o individuos con características únicas (singularidad). Teniendo en cuenta las limitaciones en los fondos destinados a la preservación de naturaleza, la aplicación de estas técnicas nos muestra la mejor opción para conservar la biodiversidad, ya que señala los lugares donde encontramos mayor diversidad y singularidad de una misma especie.
El estudio ha sido realizado por miembros del Grupo de Investigación Reconocido de la USAL BIOCONS (Grupo de Investigación en Biodiversidad, Sistemática y Conservación de Plantas Vasculares y Hogos) formado por investigadores de las áreas de Botánica y Ecología de la Universidad de Salamanca y ha sido desarrollado en colaboración con otros investigadores de la Universidad de Granada. Todos los análisis de laboratorio fueron realizados en el Banco de ADN Vegetal, situado en el edificio de I+D+I de la USAL y que dirige Montserrat Martínez-Ortega, coautora del trabajo.