n 2011, los obispos católicos de Inglaterra y Gales pidieron a las congregaciones que volvieran a renunciar a la carne los viernes. Sólo una cuarta parte de los católicos cambiaron sus hábitos alimenticios, pero aun así se ahorraron más de 55.000 toneladas de carbono al año. Los investigadores afirman que, en términos de emisiones de CO2, esto equivale a 82.000 personas menos que hicieran un viaje de ida y vuelta de Londres a Nueva York en el transcurso de un año.
El actual líder católico, el Papa Francisco, ha pedido respuestas "radicales" al cambio climático, recuerdan los investigadores, que sostienen que si el Papa restableciera los viernes sin carne en toda la iglesia mundial, podría mitigar millones de toneladas de gases de efecto invernadero anualmente.
Por ejemplo, afirman que si sólo los obispos católicos de Estados Unidos emitieran la "obligación" de resistir a la carne el último día de la semana laboral, los beneficios medioambientales serían probablemente veinte veces mayores que en el Reino Unido.
"La Iglesia católica está muy bien situada para ayudar a mitigar el cambio climático, con más de mil millones de seguidores en todo el mundo --señala el autor principal, el profesor Shaun Larcom, del Departamento de Economía de la Tierra de Cambridge--. El Papa Francisco ya ha destacado el imperativo moral de actuar ante la emergencia climática, y el importante papel de la sociedad civil para lograr la sostenibilidad a través del cambio de estilo de vida".
"La agricultura de la carne es uno de los principales impulsores de las emisiones de gases de efecto invernadero señala Larcom--. Si el Papa restableciera la obligación de los viernes sin carne a todos los católicos a nivel mundial, podría ser una fuente importante de reducción de emisiones de bajo costo. Incluso si sólo una minoría de católicos decide cumplirla, como encontramos en nuestro estudio de caso", añade.
Tradicionalmente, la práctica de abstenerse de comer carne un día a la semana ha hecho que muchos católicos -y, de hecho, grandes sectores de la población en países predominantemente cristianos- recurran al pescado los viernes como sustituto de las proteínas.
La proporción global de católicos en la población británica se ha mantenido prácticamente estable durante décadas, justo por debajo del 10%, afirman los economistas que han realizado el estudio, publicado como documento de trabajo a la espera de ser revisado por sus homólogos en la Social Science Research Network.
Larcom y sus colegas combinaron los datos de una nueva encuesta con los de estudios sociales y dietéticos para cuantificar los efectos de una declaración emitida por la Iglesia católica de Inglaterra y Gales que restableció los viernes sin carne como acto de penitencia colectivo a partir de septiembre de 2011, tras un paréntesis de 26 años.
Los resultados de la encuesta encargada sugieren que el 28% de los católicos de Inglaterra y Gales ajustaron su dieta de los viernes tras este anuncio. De este segmento, el 41% declaró que dejó de comer carne el viernes, y el 55% dijo que intentó comer menos carne ese día. En el caso de los que dijeron que sólo redujeron el consumo, los investigadores asumieron una reducción a la mitad de la ingesta de carne en viernes.
Los habitantes de Inglaterra y Gales comen una media de 100 gramos de carne al día, según la Encuesta Nacional sobre Dieta y Nutrición (NDNS). Los investigadores calcularon que incluso la pequeña reducción de la ingesta de carne por parte de un sector de la población católica equivalía a que cada adulto trabajador de toda Inglaterra y Gales recortara dos gramos de carne a la semana de su dieta.
A continuación, el equipo calculó la huella de carbono de este pequeño descenso en el consumo de carne comparando las emisiones generadas por las dietas diarias medias de los consumidores de carne y de los que no lo son en Inglaterra y Gales.
La dieta media, rica en proteínas y sin carne, que incluye alimentos como el pescado y el queso, contribuye con sólo un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero por kilo en comparación con el consumidor medio de carne.
Suponiendo que los católicos que adaptaron su dieta cambiaran a comidas no cárnicas ricas en proteínas los viernes, esto equivale a aproximadamente 875.000 comidas cárnicas menos a la semana, lo que supone un ahorro de 1.070 toneladas de carbono, o 55.000 toneladas a lo largo de un año, según los investigadores.
Además de su cálculo central, los investigadores utilizaron un enfoque de experimento natural en todo el Reino Unido para comparar el consumo de carne en Escocia e Irlanda del Norte, donde los obispos católicos no intentaron reintroducir los viernes sin carne, con el de Inglaterra y Gales desde 2009 hasta 2019.
Utilizando los datos de los diarios dietéticos de la NDNS, el equipo identificó los cambios en las comidas de los viernes únicamente, y descubrió que el consumo de carne se redujo en unos ocho gramos por persona en la "jurisdicción de tratamiento" de Inglaterra y Gales tras el restablecimiento de la obligación católica, en comparación con el resto del Reino Unido.
Podría haber muchas razones para este cambio de dieta --el consumo de carne ha disminuido en todo el país durante este tiempo--, pero el equipo sostiene que la reducción se debe, al menos en parte, al regreso de los viernes sin carne. Por ello, afirman que los cálculos de la huella de carbono basados en un descenso de dos gramos por semana son probablemente conservadores.
Los investigadores también comprobaron el "impacto religioso" utilizando datos de una encuesta longitudinal en la que se preguntaba a los católicos del Reino Unido sobre su vida religiosa. No se detectó ningún efecto discernible ni en la asistencia a la iglesia ni en la solidez de las creencias religiosas personales durante el periodo en que se reintrodujeron los viernes sin carne.
"Nuestros resultados ponen de manifiesto que un cambio en la dieta de un grupo de personas, aunque sean una minoría en la sociedad, puede tener implicaciones muy importantes para el consumo y la sostenibilidad", señala el coautor, el doctor Po-Wen She, miembro del Departamento de Economía del Territorio de Cambridge.
Por su parte, el coautor, Luca Panzone, de la Universidad de Newcastle, añade que, aunque el estudio analizó un cambio de práctica entre los católicos, muchas religiones tienen prescripciones dietéticas que probablemente tengan un gran impacto en los recursos naturales.
"Otros líderes religiosos también podrían impulsar cambios de comportamiento para fomentar la sostenibilidad y mitigar el cambio climático", sugiere.
Para los cristianos, la práctica de los viernes sin carne se remonta al menos a la declaración del Papa Nicolás I en el siglo IX, cuando los católicos debían abstenerse de comer carne los viernes en recuerdo de la muerte y crucifixión de Cristo.
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