El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, presidió este lunes la misa exequial por el obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, que falleció el pasado viernes. El funeral comenzaba a las 11.30 horas, en la iglesia de San Ildefonso. Allí se rezaba un responso antes de trasladar el féretro a hombros hasta la Catedral, donde se oficiaba la misa a partir de las 12.00 horas.
En la homilía de esta misa de funeral Ricardo Blázquez tuvo muy presente la enfermedad, que acompañó los últimos años a Gregorio Martínez Sacristán. “Desde hacía años venía padeciendo una enfermedad renal que le impuso grandes limitaciones”, reconocía Blázquez, que marcaba alguno de los puntos fuertes del que fuera Obispo de la Diócesis de Zamora: “La catequesis fue el campo apostólico más cultivado al que dedicó don Gregorio la mayor atención pastoral. Había estudiado catequética en París y fue maestro de muchos catequistas”, recordaba el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez.
“A don Gregorio le ha marcado la cruz de la enfermedad”, seguía reflexionando en su homilía Ricardo Blázquez, que añadía: “Él ha tenido la oportunidad de escuchar diariamente la invitación del señor. Venid a mí los que estáis cansados y yo os aliviaré. Padeció insuficiencia renal y diálisis. Tuvo que aguardar el trasplante. Padeció tras la operación y la recuperación fue transcurriendo entre esperanzas. Y cuando parecía que había alcanzado una fase de volver a vivir, llega un duro diagnóstico, cáncer agresivo y con paso acelerado. En pocos días se apoderó de su vida”.
Ante la atenta mirada de cientos de obispos de otras diócesis, sacerdotes, familiares y fieles, Ricardo Blázquez reconocía: “Es duro caminar tantos años con la debilidad y la enfermedad, con la amenaza y los peligros que conlleva. Así lo padeció nuestro hermano. A la enfermedad corporal siempre le acompaña el dolor del alma y del espíritu. La enfermedad produce un desajuste personal. Los dolores físicos, el sufrimiento psicológico, y el malestar espiritual se alimentan mutuamente. Limitan la capacidad de dedicación y la relación con las personas”.
En el tramo final de la homilía, Blázquez agregaba: “Don Gregorio ha llevado las marcas de Jesús en su cuerpo. Vio lo que es querer servir a las personas y verse limitado e impedido para poder hacer lo que desea y lo que otras personas le solicitan”. “Hoy pedimos a favor de don Gregorio, dale señor el descanso eterno. Cuando se ha sufrido tanto en la vida es comprensible que el descanso sea tan suspirado”, zanjaba.
Por último, también tenía palabras de aliento para la Diócesis de Zamora y todos los que la forman, en este tiempo en el que faltará la figura del Obispo: “Hoy pedimos a Dios por la diócesis de Zamora. Pedimos a Dios por los presbíteros, los consagrados y religiosos de vida contemplativa, los laicos, esposos, familias. Por la revitalización de su fe, la firmeza de su esperanza y la solicitud de su caridad. En medio de la oscuridad, que el Señor nos conceda la gracia de ser como lámparas encendidas. Esperemos que pronto reciba un nuevo obispo que sea pastor, padre, hermano, amigo, que apaciente a esta comunidad como el buen pastor que abre caminos y que se preocupa de que nadie se pierda y quede rezagado por el cansancio. Tenemos la experiencia de nuestra debilidad, pero también pedimos a Dios la esperanza”, finalizaba su homilía el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez.