En los últimos años de su vida dedicados por entero a su tarea ministerial, brilló por su extraordinaria capacidad de escucha. Era, como dicen en la parroquia en la que tanto tiempo sirvió, “un hombre de Dios”.
Empezó su ministerio en Toro, en la parroquia de San Julián y también estuvo como formador en el Seminario menor de allí. Después de esta primera etapa, fue a Salamanca, también de formador, a un colegio mayor de sacerdotes.
Tras nueve años fuera, regresó a la Diócesis y fue 13 años formador en el Colegio menor San Atilano, tarea que compatibilizó con la delegación de Vida Contemplativa. Como párroco ha estado en Lourdes, San Lázaro, Entrala, San Juan y San Vicente, y San Torcuato (parroquia en la que continuó como párroco adscrito).
Entre otras tareas, también fue vicario para el Clero durante siete años y capellán de las Juanas y de las Marinas.
El velatorio de José Antonio es en Funeraria La Soledad. Mañana domingo será la vigilia en San Torcuato a las 17.00 horas y el lunes la misa de funeral a las 11.00 horas de la mañana también en San Torcuato.
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