CENIE, el centro para el estudio de la longevidad dependiente de la Fundación General de la Universidad de Salamanca, ha dado a conocer en Madrid los resultados del informe SOLiEDAD “La Acción Comunitaria, una herramienta para la prevención de la soledad y el aislamiento de la población mayor”, documento que recoge los aprendizajes y desafíos de la intervención empírica, iniciativa piloto y pionera llevada a cabo en la ciudad de Zamora, con el objetivo de abordar y combatir la soledad no deseada en la población mayor. El proyecto dirigido por la investigadora de CENIE, Elisa Sala Mozos, ha contado con la colaboración de la investigadora Regina Martínez Pascual y el liderazgo de la Escuela Universitaria de Enfermería del Campus Viriato de Zamora.
Presentación y principales consideraciones
La presentación de las conclusiones del estudio ha tenido lugar en Casa de América de Madrid, y ha contado con la apertura institucional del director de la Fundación General de la Universidad de Salamanca, Óscar González Benito, quien ha señalado que “el incremento de la soledad no deseada con la edad presenta un gran reto para la sociedad. Hay que destacar que en todos los estudios hay un foco de intervención, un punto de partida para empezar a construir y un propósito educativo para desarrollar recomendaciones de cara al futuro”.
La directora del estudio, Elisa Sala Mozos, investigadora de CENIE, ha expuesto las principales conclusiones del informe destacando que con estos resultados ahora el paso siguiente es “seguir trabajando a partir de los activos y los aprendizajes generados. En estos momentos ya hemos realizado un segundo ciclo con 20 personas, con las que hemos generado espacios intergeneracionales, donde los más mayores y los más jóvenes deciden conjuntamente qué actividades y proyectos realizar. Estamos obteniendo aprendizajes muy útiles en términos de generatividad, empoderamiento y cobertura de expectativas relacionales de las personas”. Además, ha puesto en valor el rol que jugaron los voluntarios senior y junior en todo el proceso de ejecución del proyecto, señalando que “sin ellos, nada de lo que estamos haciendo sería posible”.
Irene Lebrusán, doctora en Sociología y coordinadora del Área Calidad de Vida y Sociedades Longevas de CENIE, ha moderado la mesa de debate que ha contado con la participación Matilde Fernández, presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada; María Jesús Goikoetxea, psicóloga y doctora en Derechos Humanos en la Universidad de Deusto, y Clara Costas, investigadora social y experta en intervención en soledad no deseada de las personas mayores.
Irene Lebrusán ha explicado que el abordaje de la soledad de los demás es una forma de abordar y prevenir la propia. En este sentido, el enfoque comunitario nos permite no solo paliar las manifestaciones de un problema que afecta cada vez a más personas, sino de prevenir su aparición. "Una sociedad será tan fuerte como lo sean sus relaciones sociales", ha concluido.
Durante la mesa, Matilde Fernández ha indicado que “vivimos momentos de cambios globales, también en la sociedad española, y hacer frente a los nuevos malestares sociales, como las soledades, va a implicar la movilización de muchos actores protagonistas, como las administraciones, la economía social, el voluntariado, la ciudadanía en general”, mientras que María Jesús Goikoetxea ha puesto el foco en “que es necesario que desde la administración se refuercen los apoyos en las comunidades, ya que son los lugares donde las personas podemos encontrarnos, conocernos, influirnos e interrelacionarnos”. Al respecto, Clara Costas ha señalado que “es importante que las administraciones tomen cartas en el asunto, promoviendo allá donde sea necesario iniciativas comunitarias que tengan en cuenta la perspectiva intergeneracional”.
Posteriormente, hemos tenido la oportunidad de escuchar testimonios de dos de los voluntarios que formaron parte de esta iniciativa y que han sido parte integral de esta. Jesús Gallego García, voluntario senior y enfermero jubilado, y Marta Martínez Fidalgo, voluntaria junior y alumna de la Escuela Universitaria de Enfermería, quienes han compartido sus vivencias durante su colaboración en el proyecto. Para Jesús Gallego García el estudio SOLiEDAD ha significado formar parte “de una experiencia social y poder conocer lo que pasaba, donde la parte afectiva ha sido importante (…) hemos hecho amigos entre nosotros y ha sido una experiencia muy bonita”. Asimismo, Marta Martínez Fidalgo ha compartido que formar parte del voluntariado les ha permitido a los más jóvenes “conocer cosas de las personas mayores y sus vivencias” y ser parte de una vivencia intergeneracional.
El cierre de la jornada ha estado a cargo del ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy, quien valoró que “hoy, por suerte, sabemos más. Sabemos que la soledad debe abordarse desde una perspectiva comunitaria; sabemos que la soledad es una cuestión de bienestar y salud. Por eso, cuando hablamos de soledad ya no podemos hablar solo de intervenciones puntuales e individuales, sino, ante todo, de responsabilidad institucional y de políticas públicas”. Ha agregado que “si nos centramos en el caso de las personas mayores, diversos estudios sugieren que su sensación de soledad no tiene tanto que ver con la soledad física, con el hecho de estar solos, sino por el alejamiento emocional que experimentan. Tal y como explica el Informe, las personas mayores quieren respeto, quieres proximidad, quieren apoyo y espacios de intimidad”.
Soliedad, elige no estar solo
El objetivo de esta investigación empírica, como se indica en el informe ha sido “abordar la soledad de forma específica y directa con un enfoque de políticas públicas, atendiendo a la complejidad del fenómeno en el territorio, y abordando la vivencia de las personas de forma concreta, en el entorno social y comunitario en el que desarrollan sus vidas”.
En concreto, mediante la metodología implementada, conocida como Investigación Acción Participativa (IAP), se buscó involucrar a la población en todas las fases del proyecto. El propio procedimiento posibilita el aprendizaje y la toma de conciencia, el empoderamiento y la acción transformadora. En este caso, el primer paso fue establecer las bases sólidas para el desarrollo de un proceso comunitario, donde el ejercicio del liderazgo debe provenir de un agente conocido y reconocido por el propio territorio, con el fin de establecer una relación de confianza con las personas y agentes sociales implicados. Dicho liderazgo fue encabezado por la Escuela Universitaria de Enfermería del Campus Viriato de Zamora (EUEMIFER).
La implementación de la intervención comunitaria se llevó a cabo mediante el desarrollo de 7 fases y dos bloques complementarios. El bloque denominado Proceso Comunitario (que incluyó las fases 1 a 3) y el bloque Proceso con las Personas (que incluyó las fases 5 a 7). Entre ambos bloques se ubicó la 4ª fase, denominada como la detección de situaciones de riesgo.
Participación: la acogida superó las expectativas
Según detalla el propio informe “el volumen de personas interesadas en el proyecto ha superado las previsiones. En un inicio, esperábamos llegar a un número de 24 personas, pero se inscribieron un total de 60 personas y como consecuencia de la demanda, hubo que plantear un primer ciclo de intervención con 40 personas, y un segundo ciclo de intervención con 20 personas, que se llevaría cabo una vez finalizado el primer ciclo”.
De esta manera, la intervención se llevó a cabo a un mayor número de personas, de las cuales, la mayoría fueron mujeres (67,86%). Esto coincide con que hoy en día, el simple hecho de ser mujer y mayor aumenta el riesgo de sentir soledad. Por su parte, la edad de las personas participantes se ubicó entre los 60 y los 93 años, siendo la media 76,85 años.
En cuanto al estado civil, la mayoría de las personas son viudas (57%), un 25% están en pareja, un 11% divorciadas y un 7% solteras. Estos datos, coinciden “con los datos de otras investigaciones, ya que indican, que la prevalencia del sentimiento aumenta con la viudedad y entre las personas solteras y aquellas divorciadas o separadas, la prevalencia tiende a ser más alta entre las divorciadas o separadas”.
A su vez, la gran mayoría de las personas que participaron del proyecto viven solas (64%). Y, por último, el 40% de los participantes solo tiene educación primaria y un 21% estudios universitarios. Según “la literatura empírica, los niveles socioeducativos más bajos, se correlacionan más frecuentemente con la soledad, no obstante, en este caso, un tercio de la población atendida dispone de estudios universitarios”.
Decálogo para la acción: Abordar la soledad desde la comunidad
Durante el evento también se ha presentado el documento “Abordar la soledad desde la comunidad. Un decálogo para la acción”, donde se recogen los aprendizajes de la intervención pionera a nivel mundial que se desarrolló en la ciudad de Zamora.
1. LA COMUNIDAD, un activo contra la soledad. La comunidad, entendida como ecosistema de relaciones, emociones y referencias comunes que nos aportan identidad, es un espacio común y colectivo que ofrece la oportunidad de transformación a partir de la reciprocidad de las relaciones. Cuando se impulsan procesos participativos, colaborativos e intencionados, traspasamos la individualidad para llegar a la transformación colectiva.
2. LA RECIPROCIDAD como motor esencial de las relaciones. Buscar la reciprocidad de las relaciones, huyendo del asistencialismo y la dependencia, a lo largo del proceso y en cada una de las acciones llevadas a cabo, aporta valor al proceso transformador, tanto individual como colectivo. Además, diluyendo fronteras entre voluntariado, equipo técnico y/o personas que sienten soledad, pone en el centro a todas ellas, como agentes de transformación.
3. EL PROCESO en sí mismo, un potente agente transformador. En cualquier acción comunitaria, tan importante es el proceso como el resultado final. En la medida que lo concebimos como un proceso capacitador o educativo, también es transformador, porque en su desarrollo compartimos conocimiento, habilidades, principios y valores desde la corresponsabilidad, la acción colectiva, la confianza grupal y comunitaria, la transparencia, la deliberación y la participación.
4. UN PROCESO COMUNITARIO siempre es un proceso vivo. Sopesar cada paso de forma participada, garantizando los espacios de deliberación y toma de decisiones conjunta, nos permitirá observar la realidad desde diferentes prismas, atender a las necesidades del proceso, y reconducir las acciones para construir las mejores respuestas. Es un proceso vivo regido por múltiples voces y la flexibilidad hace que podamos articular nuestros pasos hacia un camino con sentido.
5. LA INFRAESTRUCTURA SOCIAL, un bien común extraordinario. Servicios, entornos y espacios sólidos, saludables y adaptados a las necesidades de la población y del territorio que ofrezcan confianza y seguridad, son un ingrediente necesario. Que las relaciones prosperen, muchas veces, no es más que una consecuencia natural de tener un espacio en el cual poder tener un trato prolongado, recurrente, seguro y de confianza, y es en el espacio relacional donde que se dan oportunidades para la expresión y el abordaje la soledad.
6. EL QUIÉN ESTRATÉGICO, como factor clave del éxito. Un liderazgo comunitario claro, fuerte y ejercido por una figura conocida y reconocida por la comunidad es imprescindible. El proceso de transformación empieza con el trabajo de liderazgo en el seno del equipo que lo llevará a cabo. De forma dinámica, debe ir enriqueciendo su conocimiento de forma continuada, y nutriéndose a lo largo del proceso para poder ir generando relaciones de complicidad y convertirse en el referente claro, conocido y reconocido, de la iniciativa que se quiere llevar a cabo.
7. Más allá de una lógica paliativa, PREVENCIÓN. Debemos trascender de una lógica paliativa a una lógica preventiva de la acción/intervención y hacer frente no únicamente a la vertiente relacionada con las causas que se ubican en la esfera más intrapersonal e interpersonal de los individuos, sino atendiendo también a las causas más macrosociales que facilitan la emergencia del sentimiento en las sociedades contemporáneas.
8. UNA MIRADA ABIERTA A LA SOLEDAD. La soledad es subjetiva y difícil de expresar. A veces nos costará dar por sentado que el sentimiento está presente y, en ocasiones, solo estaremos percibiendo el riesgo de sentirla. En aras de no solo paliar sino también prevenir, hemos de ser flexibles y, con una mirada abierta, atender a las necesidades relacionales y de sentido vital de las personas, desde la incerteza.
9. SENSIBILIZAR SIN ESTIGMATIZAR. La soledad tiene profundas causas sociales y apuntar a estas reduce la culpa y la vergüenza. Sensibilizar desde la normalización y la responsabilidad compartida evita discursos que aumentan el aislamiento y el estigma.
10. MÁS TIEMPO, MÁS REDES, MÁS DENSAS. Es importante tratar de garantizar intervenciones duraderas y que posibiliten la diversidad de las interacciones (edades, preferencias, intereses, personas) para que las relaciones se hagan cada vez más sólidas y elegibles. Los vínculos se cocinan a fuego lento y cuantos más sabores, mejor.
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