El trastorno por consumo de alcohol hace que las personas sean incapaces de dejar de beber incluso cuando conocen los riesgos potenciales para su salud, seguridad e integridad física. "La dificultad para decir no al alcohol, incluso cuando podría claramente conducir a un daño, es una característica que define el alcoholismo", explica Andrew Holmes, investigador principal del estudio, que se ha publicado en la revista 'Biological Psychiatry'.
Muchos aspectos del comportamiento (emoción, recompensa, motivación o ansiedad) están reguladas por la corteza, las capas exteriores del cerebro que son responsables de procesos complejos como la toma de decisiones. A diferencia de drogas como la cocaína, el alcohol tiene amplios efectos en el cerebro, lo que hace que conseguir un único tratamiento efectivo sea mucho más difícil.
Para estudiar cómo el cerebro regula la bebida, los investigadores entrenaron a ratones en su laboratorio para que presionaran una palanca que les daba una recompensa por el consumo de alcohol. Una vez entrenados, a los ratones se les presentó una situación nueva y conflictiva: presionar la misma palanca para obtener alcohol y recibir una descarga eléctrica ligera en sus pies, o evitar ese riesgo pero no beber alcohol. Después de una corta sesión, la mayoría de los ratones aprenden rápidamente y eligen dejar el alcohol.
El equipo de investigación utilizó en primer lugar electrodos implantados quirúrgicamente para medir la actividad en las regiones de la corteza durante esa decisión. "Encontramos un grupo de neuronas en la corteza prefrontal media que solo se activaron cuando los ratones no presionaron la palanca, aparentemente decidiendo que el riesgo de descarga eléctrica era demasiado grande, pero no respondieron cuando los ratones eligieron el alcohol por encima del riesgo de descarga. Esto significa que las neuronas que identificamos pueden ser las responsables de frenar el deseo de beber cuando su consumo puede ser peligroso", detalla otra de las autoras, Lindsay Halladay.
La corteza prefrontal media (mPFC, por sus siglas en inglés) juega un papel en muchas formas de toma de decisiones y se comunica con muchas regiones del cerebro, por lo que el equipo de Halladay exploró esas conexiones externas. El equipo utilizó la óptica, una técnica de ingeniería que les permitió cerrar de manera efectiva vías cerebrales precisas mediante el brillo de la luz en el cerebro. Apagaron la actividad de las células en el mPFC que se comunican con el núcleo accumbens, un área del cerebro importante para la recompensa, y encontraron que el número de presiones de palanca arriesgadas aumentó.
"Apagar este circuito restauró el deseo de alcohol a pesar del riesgo de choque. Esto plantea la posibilidad de que el trastorno por consumo de alcohol provenga de alguna forma de disfunción en esta vía", reflexiona la investigadora. Esto significa que comprender los mecanismos detrás del consumo compulsivo de alcohol en algunas personas depende de la identificación de la vía neural que mantiene el deseo de beber bajo control.
Una vez que los científicos entiendan exactamente cómo el 'cableado' en el cerebro es diferente en las personas con alcoholismo, en comparación con los que no tienen el trastorno, se podrán desarrollar tratamientos más eficaces. "Los tratamientos actuales no son lo suficientemente efectivos. Casi la mitad de todas las personas tratadas por alcoholismo recaen menos de un año antes de pedir ayuda", concluye Halladay.