"En última instancia, no sabemos cómo será la fuerza o la duración de la inmunidad natural al SARS-CoV-2 o una posible vacuna. Por ejemplo, si la reinfección es posible, ¿qué hace la respuesta inmunológica de una persona a su infección anterior? ¿Es esa respuesta inmune capaz de impedir que transmita la infección a otros? Todo esto tendrá un impacto en la dinámica de futuros brotes", explica la co-autora del trabajo, Caroline Wagner, profesora adjunta de Bioingeniería de la Universidad McGill (Canadá).
Los investigadores utilizaron un modelo sencillo para proyectar la futura incidencia de los casos de COVID-19 y el grado de inmunidad en la población humana bajo una serie de supuestos relacionados con la probabilidad de que los individuos transmitan el virus en diferentes contextos. Por ejemplo, el modelo permite diferentes duraciones de la inmunidad después de la infección, así como diferentes grados de protección contra la reinfección.
Como era de esperar, el modelo encontró que el pico pandémico inicial es en gran medida independiente de la inmunidad porque la mayoría de las personas son susceptibles. Sin embargo, es posible que haya una gama sustancial de pautas epidémicas a medida que la infección por el SARS-CoV-2, y por lo tanto la inmunidad, aumenta en la población.
"Si las respuestas inmunitarias son solo débiles, o protegen transitoriamente contra la reinfección, por ejemplo, entonces se pueden esperar brotes más grandes y frecuentes a mediano plazo", señala la coautora Andrea Graham, profesora de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Princeton (Estados Unidos).
El estudio encontró que en todos los escenarios una vacuna capaz de provocar una fuerte respuesta inmunológica podría reducir sustancialmente la carga de casos futuros. Incluso una vacuna que solo ofrezca una protección parcial contra la transmisión secundaria podría generar grandes beneficios si se despliega ampliamente, informaron los investigadores.
Se sabe que factores como la edad y los eventos de superdispersión influyen en la propagación del SARS-CoV-2 al hacer que los individuos de una población experimenten diferentes respuestas inmunológicas o transmitan el virus a diferentes velocidades. En el estudio se comprobó que esos factores no afectan a las proyecciones cualitativas sobre la dinámica futura de la epidemia. Sin embargo, los investigadores señalan que a medida que surjan candidatos a la vacuna y se necesiten predicciones más detalladas de los futuros casos de vacunación, estos detalles adicionales deberán incorporarse en modelos más complejos.
Los autores del estudio también determinaron que las personas que se niegan a participar en medidas farmacéuticas y no farmacéuticas para contener el coronavirus podrían, no obstante, retrasar la contención del virus incluso si se dispone de una vacuna.
"Nuestro modelo indica que si el rechazo a la vacuna es alto y está correlacionado con un aumento de la transmisión y un comportamiento más arriesgado como el rechazo a usar una mascarilla, entonces la tasa de vacunación necesaria para alcanzar la inmunidad de la manada podría ser mucho más alta", explica el coautor Simon Levin.
Un estudio apunta que la evolución del COVID-19 a largo plazo dependerá de la inmunidad que produzca la vacuna
Las nuevas investigaciones sugieren que el impacto de la inmunidad natural e inducida por las vacunas será un factor clave en la trayectoria de la pandemia mundial de coronavirus, conocida como COVID-19. En particular, una vacuna capaz de provocar una fuerte respuesta inmunológica podría reducir sustancialmente la carga futura de la infección, según un estudio publicado en la revista 'Science'.
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