Ante la rápida escalada de casos de coronavirus en el mundo, el pasado 16 de marzo el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, hizo una contundente declaración institucional para dar pautas a los países de cara a la lucha contra el virus: "test, test, test".
A principios de la semana pasada, el Gobierno comenzó a repartir entre las comunidades autónomas millones de test rápidos para realizar pruebas masivas de detección de coronavirus con el objetivo de detectar de forma precoz los casos positivos y contribuir a frenar la curva de la pandemia. Además de estas pruebas rápidas, también se está llevando a cabo otra técnica más para identificar un contagio: test PCR (utilizados desde el principio de la pandemia).
De esta forma, tanto los test rápidos como las PCR buscan físicamente la presencia del virus con muestras biológicas extraídas de las fosas nasales o la garganta del paciente.
¿Cuáles son las diferencias entre ambos?
TEST PCR: Conocida como la prueba de reacción en cadena de la poliomerasa (PCR), esta prueba está considerada como la más fiable y la prioritaria por las autoridades sanitarias en España ya que tiene una fiabilidad superior al 90%. La prueba detecta la presencia del virus desde el inicio de la infección mediante una muestra extraída de nariz o faringe del paciente. La desventaja, además de ser más caras que los test rápidos, es que se debe realizar en un laboratorio y los resultados tardan en llegar entre 3 y 6 horas.
TEST RÁPIDOS: Los test rápidos, también conocidos como test rápidos de antígeno, son pruebas de diagnóstico rápido que se realizan a través de una muestra de mucosa y puede identificar la proteína del virus. Tienen la ventaja de ser muy baratos y la posibilidad de que los profesionales sanitarios las realicen en los domicilios de los pacientes sospechosos de padecer la enfermedad. El inconveniente es que no tienen una gran fiabilidad. Por ello, se realizan como pruebas complemento a las PCR.