Este pasado lunes, 10 de septiembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) conmemoraba el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha que persigue desde el año 2003 concienciar a nivel mundial de que el suicidio puede prevenirse y, por consiguiente, evitarse.
Y es que según la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, un millón de personas al año se quitan la vida en todo el mundo. En el caso de España, 3.569 personas se suicidaron en 2016, últimos datos publicados por el INE. El número duplica el dato de víctimas fallecidas en accidentes de tráfico y es setenta veces mayor que el de las causadas por la violencia de género, por lo que se trata de la principal causa de muerte en el país.
En Zamora, la estadística muestra que, desde el año 2000 hasta el 2016, 332 personas se quitaron la vida. Se trata, por tanto, de datos tremendos; de una tragedia silenciosa que afecta a gran parte de la población española y que no sólo consta de una víctima, sino de varias, ya que cuando una vida se apaga quedan los sentimientos de pena, dolor o culpabilidad en sus más allegados. Durante mucho tiempo, el suicidio ha sido un tema tabú, una cuestión de la que nadie habla porque se ha considerado que tratarlo puede ser perjudicial y generar un efecto contagio. Sin embargo, los facultativos especialistas afirman que "si no se habla de este gravísimo problema de salud, seguirá siendo una muerte ignorada".
“Culturalmente, el suicidio ha sido concebido, más que como un problema de salud pública, como un problema de índole moral. La religión ha tenido que ver mucho históricamente con ello porque durante muchos siglos el suicidio era considerado, como el homicidio, un pecado mortal. La conducta suicida se tenía entonces como algo vergonzoso que había que ocultar. Y esa tendencia ha llegado hasta hoy, a pesar de que en la actualidad el suicidio es la principal causa de muerte externa en nuestro país”, afirma con rotundidad Daniel J. López, psicólogo especialista en intervención psicológica en situaciones de riesgo.
“Tanto el suicida como la familia eran durísimamente castigados. De hecho, hasta 1983 el Código de Derecho Canónico no modificó la prohibición de que un suicida pudiera ser enterrado en un cementerio y recibiera una misa de difuntos. Por lo tanto, nos podemos imaginar el estigma que producía en la sociedad”, afirma Javier Jiménez Pietropaolo, psicólogo y presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (Red AIPIS).
“Es un tema tabú por varios motivos. El principal, porque no es para nada un tema agradable; y en segundo lugar, porque vivimos en una sociedad que no está preparada para manejar las emociones negativas», señala la psicóloga Cristina Blanco. «Pese a que alrededor de 4.000 personas se suicidan anualmente en España, aún nos sigue costando hablar de ello como lo que es, un problema de salud. Sigue siendo silenciado y no contribuye en nada a su prevención”, explica Daniel J. López.
¿Por qué nos suicidamos?
Los expertos aseguran que no existe un perfil de la persona que va a quitarse la vida, no es fácil predecir una conducta suicida y la persona que toma la decisión de matarse puede ser alguien sin ningún tipo de trastorno.
“La tipología es muy amplia, aunque hay denominadores comunes. Está la necesidad de dejar de sufrir, ya que los suicidas piensan que no tienen escapatoria y la única forma de que el dolor cese es acabando con su propia vida. También, porque matándose van a hacer un favor a las personas que les rodean. Son dos denominadores que presentan comúnmente los suicidas, y esto se sabe por las personas que han intentado matarse y no lo han logrado. La OMS indica que el 80% de los suicidas padecen un trastorno mental. Sin embargo, creo que en muchos casos no tienen ninguna patología, sólo se ven abocados a ello por diversos problemas que les genera vivir”, dice Javier Jiménez.
“El suicidio es atemporal e inherente a la naturaleza humana. En general, en toda conducta suicida aparecen dos elementos esenciales. Por un lado, una angustia que la persona ve como inaguantable. Por otro lado, también nos encontramos con personas vulnerables con dificultades para afrontar el estrés y que les supera. Cuando esto ocurre, la persona puede entrar en un colapso y resolverlo de forma inadecuada, acabando con su vida. A la persona que frecuentemente pasa por procesos depresivos, esa le parece la única forma de solucionar determinados problemas. Entran en una especie de visión en túnel que les impide ver otras soluciones más acertadas. Por eso es tan importante la detección de estos casos y la ayuda que se les puede prestar”, argumenta Daniel J. López.
Factores de riesgo
Para la psicóloga salmantina Cristina Blanco, los factores de riesgo son importantes pero “no condicionantes”. “Tener un historial de depresiones familiares puede ser un factor importante, no tanto por lo genético, sino por lo vivido y, por consiguiente, aprendido. También el consumo de sustancias, sufrir un brote psicótico que desencadene una conducta autolesiva o encontrarse en una situación de desprotección, real o sentida. El tener una red de apoyo social escasa o no percibida por la persona como eficaz puede ser un factor de riesgo muy relevante”, cuenta.
“La conducta suicida es compleja por lo que no se puede señalar un sólo factor de riesgo. Podemos encontrar razones individuales, pero también es necesario saber que el suicidio está relacionado con variables sociales. Por ejemplo, el acoso escolar en adolescentes y el laboral en adultos puede estar detrás de algunos casos, que son complicados de demostrar por el ocultismo que existe detrás de este tipo de prácticas”, afirma Daniel J. López.
Por su parte, el presidente de la Red AIPIS cree que, con los números en la mano, el hombre es un gran factor de riesgo, ya que en 2015, de los 3.602 suicidios contabilizados en España, 2.662 fueron de hombres y 907 de mujeres. “Los hombres, por nuestra educación, recurrimos en mucha menor medida a contar nuestros problemas, mientras que el método elegido suele ser mucho más mortífero y resolutivo que el de las mujeres. No es que ellas no traten de suicidarse, es que no lo logran tanto como nosotros”, muestra Javier Jiménez