Con la llegada del calor, es habitual ir a bañarse a diferentes lugares para tratar de refrescarse. Salamanca no posee playas propiamente dichas, pero sí que permite disfrutar de ríos, pantanos, charcos y piscinas, frecuentadas a lo largo de todo el verano en repetidas ocasiones.
Sin embargo, el acudir con más frecuencia a estos lugares hacen que se multipliquen los accidentes en el agua, que pueden tener repercusiones muy graves, incluso con riesgo para la propia vida. De hecho, Salamanca fue la provincia de Castilla y León que más muerte registró el pasado año por ahogamiento, y en la primera mitad de año ya acumulaba tres, siendo también la que más de este 2018.
Desde Cruz Roja han recordado que tanto los ahogamientos como los accidentes similares pueden evitarse siguiendo unas mínimas normas de seguridad, como bañarse en zonas habilitadas para ello y que cuenten con un servicio de vigilancia y salvamento; además, no se debe entrar bruscamente en el agua y salirse de ella si se nota algún síntoma extraño como pueden ser escalofríos o tiritona.
Tampoco es recomendable tirarse de cabeza en lugares de fondo desconocido, pues estas zambullidas causan un gran número de lesiones medulares, especialmente entre los jóvenes.
Igualmente, hay que prestar atención tanto a las personas mayores como a los niños y niñas, más vulnerables aunque sepan nadar, y en el caso de nadar en aguas abiertas no hacerlo en contra de la corriente, evitando siempre las zonas de riesgo como ríos de gran caudal, pozas naturales o cascadas de agua. Asimismo, evitar practicar deportes acuáticos en zonas que no están habilitadas, y no realizar continuamente apneas.
¿Qué hacer en caso de accidente en zonas acuáticas?
En caso de accidente en una piscina, se debe proteger el lugar evitando que se produzca uno nuevo, avisando al resto de bañistas y a los servicios de emergencias. Después, pasar a socorrer a los heridos, siempre sin poner en riesgo la salud de uno mismo.
En caso de que estos estén en el agua, se les debe acercar un objeto para que se puedan agarrar y mantener a flote hasta la llegada de los especialistas, pero nunca se debe tirar a socorrer al agua si no tenemos la formación adecuada.
Se deben, una vez fuera, controlar las funciones vitales de la víctima. Lo primero es valorar los ‘signos vitales’ para saber cómo están funcionando el cerebro (consciencia), los pulmones (respiración) y el corazón. También evitar movimientos bruscos al accidentado, ante el riesgo de que se haya producido una lesión en la columna vertebral.