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Cómo volver a las aulas con la mejor salud visual

Uno de cada tres menores podría tener un problema de visión no corregido, y esta situación entraña graves riesgos para la salud a medio y largo plazo, además de suponer un relevante obstáculo para el correcto rendimiento escolar

Un niño con gafas en un aula. COOCYL

Alrededor de 330.000 estudiantes de enseñanzas no universitarias y más de 70.000 alumnos matriculados en las universidades de Castilla y León volverán a las aulas a partir de la próxima semana, y en muchos casos no lo harán en las mejores condiciones si hablamos de su salud visual. Porque la realidad es que los defectos refractivos, especialmente la miopía, no paran de aumentar entre los más jóvenes, y no siempre se cumplen las revisiones periódicas de la vista que aconsejan los profesionales sanitarios, lo que, irremediablemente, repercute en su calidad de vida y su rendimiento escolar y académico.

“Es muy importante realizar una revisión visual durante los primeros meses del curso escolar, así estaremos seguros de que no existe ningún problema al comienzo de las clases que pueda interferir en el aprendizaje de los alumnos”, asegura al respecto Ana Belén Cisneros, vicedecana del Colegio de Ópticos-Optometristas de Castilla y León (COOCYL).

Los datos no dejan lugar a dudas. Según se recoge en el Libro Blanco de la Visión en España 2023, el 5,9% de los menores de 6 a 12 años ya es miope, por lo que muchos de ellos podrían superar la barrera de las 6 dioptrías y convertir a su ojo en patológico. Esta prevalencia se dispara a medida que avanza la etapa escolar, y el 62,5% de los universitarios de 17 a 27 años padecen miopía.

Otro informe del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas (CGCOO) calcula que ya en la etapa preescolar entre el 5 y el 10% de los menores presenta alteraciones visuales como miopía, hipermetropía o estrabismo y, además, al menos el 10% de los niños padece ambliopía, el conocido como “ojo vago”; sin embargo, más de la mitad de los padres lo desconoce y no busca tratamiento.

Uno de cada tres menores, con un problema visual no corregido

De hecho, como se recuerda también en el Libro Blanco, el 59% de las familias no revisa a sus hijos porque no han manifestado quejas, y sin bien dos de cada tres adolescentes han ido al dentista este año, solo uno de cada tres se ha sometido a una revisión visual. Con todo, se calcula que uno de cada tres menores (31%) podría tener un problema de visión no corregido, y esta situación entraña graves riesgos a medio y largo plazo.

Por ejemplo, se sabe que el 40% de las personas con más de 8 dioptrías corre el riesgo de perder su visión debido a enfermedades de la retina, que el 20% de los casos de cataratas en pacientes más jóvenes sucede entre aquellos que tienen una alta miopía o que el 60-70% de los casos de desprendimiento de retina ocurre entre altos miopes con 40-60 años.

Del mismo modo, uno de cada tres casos de niños con bajo rendimiento escolar está relacionado de manera directa con problemas de la vista que no han sido identificados a tiempo.

Por todo ello, es fundamental prestar atención “a ciertas señales de alarma que debemos tener presentes y que nos avisan de que el sistema visual no está trabajando correctamente”, como explica Ana Belén Cisneros. Entre ellas, confundir letras al leer, seguir la lectura con el dedo, enrojecimiento ocular, frotarse y giñar los ojos, dolores de cabeza o tener baja comprensión de la lectura de acuerdo con la edad.

“En caso de detectar alguno de estos síntomas, debemos hacer un examen visual, aunque lo conveniente es revisar periódicamente la visión, igual que hacemos con las revisiones pediátricas del desarrollo o de los dientes”, añade la experta.

Con un correcto asesoramiento del profesional sanitario óptico-optometrista, “a día de hoy existen numerosas posibilidades para la corrección adaptadas a cada individuo, como gafas graduadas, lentes de contacto, lentillas de ortoqueratología —que compensan la graduación mientras se duerme— o terapia visual para normalizar problemas de acomodación y visión binocular”.

Consejos del óptico-optometrista

Del mismo modo, se pueden seguir unos sencillos consejos de higiene visual para salvaguardar nuestros ojos de las amenazas del día a día, principalmente debido al abuso de los dispositivos electrónicos.

“Con el inicio del curso solemos tener una vida más sedentaria y de interior (del colegio a casa y viceversa); por eso debemos limitar el número de horas que los niños y adolescentes pasan frente a las pantallas. Ya existe evidencia científica de que es fundamental realizar actividades al exterior, al menos un par de horas al día, para que los ojos se desarrollen correctamente y controlar así la aparición de la miopía o evitar su progresión”, aconseja la vicedecana de COOCYL. Además, añade, “hay que intentar mantener una postura correcta al sentarnos, a una distancia adecuada ante libros y pantallas y con una buena iluminación, lo que puede evitar que el sistema visual se sobreesfuerce y se desarrolle fatiga visual”.

Respecto a las pantallas, es de gran ayuda seguir las siguientes recomendaciones:

  • Ajustar los colores del monitor para que sean siempre claros y mates. Asimismo, es importante configurar los caracteres y el tamaño de la fuente, que no sea muy pequeña, para facilitar la legibilidad.
  • Mantener una imagen estable y sin destellos. En este sentido, es recomendable aumentar la velocidad de refresco de la pantalla, que esta se pueda orientar a voluntad con objeto de optimizar los ángulos de visión y que permita su regulación en cuanto a brillo y contraste.
  • Procurar que la pantalla esté siempre limpia y estudiar o leer con texto negro sobre fondo blanco.
  • Situar la pantalla a una distancia de entre 50 y 60 cm y la parte superior de la misma, a una altura similar a la de los ojos o ligeramente más baja.
  • Colocar el monitor perpendicular a la ventana para evitar deslumbramientos y reflejos.

En resumen, desde COOCYL se recomienda realizar una evaluación previa al inicio del curso académico que permita verificar si existe algún problema visual que pueda influir sobre el rendimiento del estudiante y, por tanto, también sobre su seguridad a la hora de afrontar el proceso de aprendizaje.

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