El profesor Andreas Lopata, del Instituto Australiano de Salud y Medicina Tropical de JCU (AITHM), participó en el estudio que evaluó a 642 personas que trabajaban en una fábrica de procesamiento de pescado en una pequeña aldea en Sudáfrica.
"Alrededor de 334 millones de personas en todo el mundo padecen asma, y alrededor de un cuarto de millón de personas mueren cada año. En Australia, uno de cada nueve tiene asma (aproximadamente 2,7 millones), y entre los australianos indígenas esta tasa es casi el doble --explica Lopata--. La incidencia de asma casi se ha duplicado en los últimos 30 años y casi la mitad de los pacientes con asma no obtienen ningún beneficio de los medicamentos disponibles para tratarla. Por lo tanto, hay un interés creciente en las opciones de tratamiento sin medicamentos", dijo.
En este sentido, el investigador recuerda que la teoría actual es que el drástico cambio en la dieta en todo el mundo está detrás del aumento de la enfermedad. "Hay un consumo creciente de lo que se conoce como ácido graso poliinsaturado (PUFA) n-6 que se encuentra en los aceites vegetales y una disminución en el consumo de PUFA n-3, que se encuentra principalmente en los aceites marinos. En pocas palabras, ha habido un movimiento global del pescado fresco a la comida rápida".
El profesor Lopata explica que se elegió para la prueba una aldea de pescadores porque tenía una población con un alto consumo de pescado y un estatus socioeconómico bajo, por lo que era probable que los aceites marinos de pescado y otros productos del mar fueran la fuente principal de n-3, en lugar de suplementos.
"Encontramos que ciertos tipos de n-3 (de aceites marinos) se asociaron significativamente con un menor riesgo de tener asma o síntomas similares al asma hasta en un 62%, mientras que un alto consumo de n-6 (de aceites vegetales) se asoció con un aumento del riesgo hasta en un 67%", dijo.
Ello supone más evidencia de la sospecha de la función inflamatoria de n-6 en el desarrollo de asma, y más evidencia de que n-3 dio una protección significativa.
"Incluso si se tienen en cuenta los contaminantes como el mercurio que se encuentra en algunas poblaciones de peces, los beneficios de la ingesta de pescado y mariscos superan con creces los riesgos potenciales", asegura el profesor Lopata, que señala que es necesario trabajar más sobre qué efectos tienen los tipos específicos de n-3 y cómo podría optimizarse su función beneficiosa, y sobre cómo minimizar los efectos negativos de n-6.