Lacarrera de fondo que supone la apertura de un negocio es algo que conoce muybien la joven zamorana Sara de la Granja. A sus 28 años se aventuró junto consu familia a abrir su establecimiento 'La Golosa' en la calle Flores de San Pablo. Un espacio en el que plasmaríasu amor por la repostería y la atención al público, así como su arte hechotarta. Tras más de un año de trabajo, con los retrasos correspondientes, todoestaba listo para la fiesta de inauguración que tuvo un invitado no deseado: elcoronavirus.
Pese a que el pasadoviernes trece el estado de alarma no estaba decretado, ya había comenzado la concienciaciónde quedarse en casa y cerrar los establecimientos. Sara no tuvo que cerrarlo porqueni si quiera llegó a abrirlo y las dudas fueron llegando. "Al principio nosabíamos que hacer, unos me decían que no, que estaba la cosa mal, y otros quesí. Al final decidimos que no, que ya nos daba igual quince días más quemenos", asegura Sara mirando a un horizonte incierto esperando a que 'LaGolosa' sea por fin una realidad.
Pero no solo seenfrenta a lidiar con los sentimientos de un sueño roto, o al menos aplazado,si no con las pérdidas que conlleva este estado de alarma. "Tengo lasuerte de aún tener la cuota de autónomo reducida, y haber podido darde baja a mi hermana como empleada", pero sin clientes "hay quepagar el alquiler, la luz y gestionar todo el género comprado".
Un problema al que seenfrentan muchos más negocios zamoranos que durante este estado de alarmaacumularán pérdidas irrecuperables. Por ello Sara de la Granja, como muchosotros, apelan a la responsabilidad: "Cada uno tiene que poner su granitode arena, porque si no seguirán aumentando los días sin abrir".
El"optimismo" se postula ahora como el principal ingrediente de lasrecetas de 'La Golosa' quea través de su Instagram invita a cocinar en casa a la espera de que esta situacióntermine "y se pueda celebrar por todo lo alto".