En la tarde de ayer comenzaron en el salón de actos del Seminario San Atilano las XIV Jornadas Diocesanas de Zamora, que este año llevan por título “La familia en el Año de la Misericordia”. El encuentro, en el que participaron laicos, consagrados y sacerdotes, se inició con una oración por la familia que dirigió el vicario de Pastoral, Fernando Toribio.
Las palabras de la inauguración corrieron a cargo del obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, que destacó la importancia de los dos temas que vertebra esta edición de las Jornadas Diocesanas. “Deseo que estos dos temas os sirvan a vosotros y a vuestras parroquias y comunidades”, dijo el prelado a los asistentes, “para que la Iglesia de Zamora siga adelante en el Señor, rica en misericordia y en gracia”.
Agradeció la disponibilidad de los tres ponentes, “personas de cierta altura y nivel”. De hecho, destacó, “tenemos esta tarde entre nosotros a alguien que ha participado en el Sínodo, así que nos lo trae de primera mano”. Y es que la primera conferencia corrió a cargo de Carmen Peña García, profesora de Derecho Canónico en la Universidad Pontificia Comillas y consultora en el Sínodo para la Familia que se ha celebrado en el pasado mes de octubre en Roma.
Un Sínodo novedoso y con gran repercusión
Con el título “El Sínodo de la Familia: aportaciones y retos”, la ponente resumió los aspectos principales de esta asamblea de obispos de todo el mundo, que “concluyó un camino de reflexión eclesial de dos años, con una notable repercusión mediática y eclesial”. Recordó que “el Sínodo es una reunión de obispos con carácter consultivo y no legislativo, ya que su función es asesorar al Papa”.
“Este Sínodo ha abordado un tema de singular trascendencia para las personas y para las comunidades cristianas. Sus propuestas y debates han revitalizado esta temática, tanto entre especialistas (teólogos, canonistas...) como a nivel de agentes pastorales, movimientos, parroquias... que han puesto a la familia en el centro de la atención eclesial”, destacó.
Una Iglesia que se revisa
Más que un Sínodo sobre la familia “ha sido un Sínodo sobre la Iglesia en su relación con la familia y las familias”, para que “desde la mirada amorosa y la escucha atenta pueda hacer una revisión profunda e incluso autocrítica de su propia praxis pastoral”, no un mero juicio externo o una revisión sociológica. Teniendo en cuenta que “las familias son las primeras evangelizadoras”.
Carmen Peña expresó su satisfacción por haber podido participar en la asamblea sinodal y contó algunos detalles de su funcionamiento interno y su desarrollo. Ella participó en calidad de experta o auditora. De los dos documentos finales del Sínodo la ponente extrajo la conclusión de haberse dado una progresión y “una línea clara de unión entre las dos asambleas, abriendo valiosas vías de reflexión pastoral, de actuación y cambio de actitudes”.
Una mirada profética y esperanzada
De estos documentos, culminación de los trabajos sinodales, la canonista destacó algunos rasgos principales. Lo primero que subrayó fue “una preocupación real por estar muy cercanos a la situación real de las familias en sus diócesis”, algo que responde a “intervenciones de los obispos muy pegadas a la realidad, al terreno, nada teóricas”.
Ahí se ve que “hay claramente una descripción de denuncia social, una denuncia profética, un compromiso por la justicia”, ya que se cuestionan algunos elementos culturales peligrosos para la familia, además de algunas injusticias socioeconómicas que amenazan a la institución familiar. Esto supone “una llamada a implicarnos para cambiar esa situación”, también en la promoción de leyes que defiendan a las familias y a las personas.