El clima siempre ha sido una de las variables fundamentales a la hora de tener en cuenta las alergias al polen. De hecho, dependiendo del clima que haya cada año, las épocas de síntomas se adelantan o se retrasan.
Por ejemplo, tal y como explica el alergólogo Francisco Javier Muñoz Bellido, en 2018 la polinización que más afecta a esta zona de la comunidad, la de las gramíneas, se retrasó bastante: “La época más fuerte de síntomas empezó a mediados de junio y se alargó hasta entrado el mes de julio, cosa que no es habitual aquí. Normalmente está a caballo entre mayo y junio”.
Explica que en esta zona normalmente para los alérgicos es peor el mes de junio que el de mayo, ya que mayo es irregular y todavía hay varios días de frío y lluvia, por lo que no es seguro que vaya a haber mucha sintomatología.
Este año, sin embargo, aunque en mayo no ha habido unas temperaturas demasiado altas, hay pacientes que se presentan con síntomas desde hace algunas semanas. “Si el tiempo sigue estable y sigue haciendo sol y viento con tiempo seco, para los pocos días que quedan de mayo y parte de junio, habrá todavía bastantes síntomas”, explica.
Aunque lo más habitual es la alergia al polen por cuestión del clima, al contrario, en esta zona de la comunidad no es muy frecuente la alergia a los ácaros del polvo, ya que para proliferar necesitan unas condiciones ambientales muy concretas: una temperatura templada calurosa en torno a 24-26 grados y una humedad relativa muy alta por encima del 60%, detalla el doctor.
La alergia al polen de gramíneas, la más frecuente
Se debe al clima meteorológico que se da en la provincias de esta parte del país, donde hay ausencia de humedad. Esto mismo hace que no seamos especialmente propensos a la alergia de ácaros de polvo.
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