La trapa del Blumen se encuentra a media asta en el descanso de media tarde a la espera de que vuelva a abrir para las cenas y lo que se tercie. Pepe, que se encuentra tras la barra, nos recibe sonriente a la par que sorprendido por las múltiples muestras de cariño tras conocerse el anuncio de su traspaso.
“¿Qué quieres tomar?”, espeta tras la barra con la naturalidad de quien lleva más de treinta años al servicio del cliente. Tras convidarnos con una botella de agua, se sienta al otro lado de la barra, un sitio que no acostumbra a ocupar, con el nerviosismo propio de quien se enfrenta a recordar la que ha sido la historia de su vida.
Y es que, hay que remontarse al año 1975 para conocer el origen de uno de los establecimientos más longevos de la capital. Fue en ese año cuando los padres de Roberto, Pepe, Lorenzo, Ana y Susana regresaron de Alemania y decidieron adquirir un local en la avenida Cardenal Cisneros de Zamora para que sus tres hijos mayores tuvieran un plan de vida con un negocio propio sustentado por toda la familia.
Todo ello bajo el nombre del Blumen, como una bonita metáfora ya que su nombre no fue al azar puesto que su significado, traducido del alemán, es flor y así floreció este negocio en una de las grandes arterias de la capital.
Sin embargo, tras casi 50 años de duro trabajo, el anuncio de su traspaso ha sorprendido a muchos zamoranos, además de entristecerles ante esta noticia de jubilación que, aunque considerada merecida, no se esperaba. “Esta decisión no es porque me haya cansado, me encanta este trabajo, no me cansa la gente, pero las cosas han cambiado”, asegura el propio Pepe, sin asimilar muy bien aún este devenir.
“Esta decisión no es porque me haya cansado, me encanta este trabajo, no me cansa la gente, pero las cosas han cambiado”
El Blumen comenzó de una gran familia “y todo el equipo lo ha sido desde el 95 cuando cogí las riendas hasta ahora, pero ya no hay esa sensación de unidad, de piña, de familia, y esto es lo que me ha llevado a decir que se acabó, aunque es una decisión muy triste y no haya alcanzado la edad de jubilación”.
Pepe aprendió la palabra familia en mayúsculas gracias a su madre Guadalupe “que siempre fue la que lideró este local desde la cocina”. Se hace el silencio y Pepe no puede reprimir las lágrimas. Hace dos años su madre falleció “dejándonos a todos un gran vacío”, asegura mientras intenta recomponerse tras recordarla “como el gran pilar de todo esto”.
La sonrisa no tarde en volver a dibujarse en la cara de Pepe recordando “las cenas de Navidad cuando nos juntábamos todos aquí, las campanadas, al final han sido muchos años viviendo en familia en estas paredes”, haciendo referencia también a la piña formada más allá de cualquier formalismo de consanguineidad.
“Dejo muchos amigos al otro lado de la barra y es que es muy satisfactorio que venga gente de fuera y se sienta como en casa”, asegura poniendo hincapié en el esfuerzo para que el Blumen sea ya casi una sede en la ciudad. Es por lo que, aunque no espera comerse las uvas este año allí, el traspaso “no va a ser una cosa rápida ya que no se puede dejar este negocio en manos de cualquiera”, haciendo alusión a que ya ha habido candidatos.
Y es que en una ciudad en la que los carteles de ‘Se alquila’ o ‘Se vende’ son ya mayoritarios Pepe nos da las claves del éxito detrás del casi medio siglo de apertura en pleno corazón de Zamora. “No sé si existe la receta perfecta, pero trabajo, trabajo, trabajo y más trabajo, además de la calidad del género y el trato al cliente, porque siempre vas a recibir lo que das”, concluye.
Con esta última frase Pepe se levanta para permitirnos entrar en el corazón de un Blumen que ya huele a despedida tras 47 al servicio de todos los zamoranos, la cocina de la que tantos bocadillos frankie, pepitos padre y raciones han salido para delicia de sus clientes. Nos acompaña a la puerta, por la que entran los primeros clientes de la tarde mientras nos despide con un: "Volved pronto", que suena más lejano que nunca.