Cumple sus ‘bodas de plata’ ligado al Zamora Club de Fútbol. En veinticinco años apenas ha ofrecido entrevistas a los medios de comunicación. Tiene claro que el protagonismo está en la dirección y en el césped, no en la oficina o en el banquillo de delegado. Pero la ocasión lo merece. Son 25 años formando parte del club más importante de la provincia a nivel de seguimiento. Muchas anécdotas, muchas alegrías, tristezas y kilómetros a sus espaldas.
Quedamos con él en el estadio municipal Ruta de la Plata, en su hábitat, su lugar de trabajo. Nos hace esperar varios minutos, porque antes de la prensa está su trabajo. Faltaría más. Tras rematar en el ordenador una tarea en curso, baja al césped para enfrentarse a una de las pocas entrevistas que ha ofrecido desde que entró a formar parte del club rojiblanco.
Duda de si seguir adelante. Mucho más cuando se entera de que la entrevista también va a tener un componente audiovisual. Pero finalmente accede, animado por gente del club como la jefa de comunicación, Lorena Montiel. También se lleva algún vacile, dentro de un vestuario que destila familiaridad. “Ya te han liado”, le grita el segundo entrenador del primer equipo, Borja Aguirretxu. Pero finalmente se sienta en la silla, sobre el césped del Ruta de la Plata.
En la frontal del área, con el fondo sur a la espalda, comienza una entrevista que no pretende poner en aprietos a Gabino Bobo, sino poner el foco en una de las personas más queridas de la entidad durante este cuarto de siglo. Porque hay una frase inexorable dentro de los clubes y organizaciones: “las personas pasan y el club permanece”. Pero Gabino Bobo forma parte, junto a José, María o Juan, de la esencia misma de la entidad.
Su primera relación con el Zamora CF fue, como la de todos, siendo niño, de aficionado. Bajaba a ver los partidos al Ramiro Ledesma con sus amigos, Manolo y Pedro, y se colocaban en el fondo del marcador. Por entonces, no podía imaginar que su vida personal y laboral estarían ligadas al club rojiblanco.
“En el año 97, tras el ascenso en Santa Ana, Antonio de Ávila me dijo que le hacía falta gente. Yo le conocía porque vivíamos muy cerca. Tenía 23 años y le dije que sí, que contara conmigo”. Así fue como se inició la historia de fidelidad entre Gabino Bobo y un Zamora al que nunca ha dejado en estos 25 años. Un cuarto de siglo en el que el actual administrativo y delegado del primer equipo ha pasado por el puesto de secretario, de directivo, de administrativo y de delegado. “Fue con José María Casas cuando me ofrecieron entrar a media jornada en la oficina y posteriormente ampliar la jornada porque el trabajo era cada vez mayor. No era algo que me hubiese planteado, pero surgió así”, apunta un Gabino Bobo que no recuerda con especial nitidez su primer día en el club: “Fui a la sede que teníamos detrás del bingo. Me explicaron lo que había que hacer. Creo que era una reunión de junta directiva pero no lo recuerdo muy bien”, apunta. Tras eso, comienza el torrente de recuerdos:
¿Qué es lo que más le gusta de trabajar en el Zamora?
Yo soy de Zamora y del Zamora. Tener la posibilidad de trabajar aquí, con la gente del club y con el equipo… Me gusta todo.
¿Es una persona tan tranquila como aparenta en el banquillo de delegado?
La profesión va por dentro (sonríe). Antes era más ultrilla, pero todo lo que tuve que gritar ya lo hice. Ahora soy más tranquilo, pero porque estás de delegado de campo y no puedes expresarte como te gustaría por respeto a los árbitros y al otro equipo. Pero en el fondo lo vivo mucho.
¿Cuál es su relación con los jugadores?
Yo sigo siendo un chavalín (risas) pero antes lo era más. Antes, las relaciones eran más de amigos con los futbolistas, aunque había que guardar distancias. Pero había más afinidad. Ahora también la hay, pero es otra historia. Ya no te vas a tomar una caña con ellos, porque cada uno tiene su vida.
¿Cuántas camisetas de fútbol tiene?
Pues precisamente esa buena relación con los jugadores ha hecho que muchos jugadores cuando se iban de Zamora me trajeran camisetas de equipos en los que estaban. Antes tenía muchas más camisetas de las que tengo ahora, porque alguna la he regalado. Puedo decir además que tengo, al menos, una camiseta del Zamora por temporada de estos 25 años.
¿Las tiene expuestas?
Qué va. Están guardadas en cajas, en el trastero.
¿Qué camiseta le hace especial ilusión de todas las que tiene?
Hay una de Esajas, jugador que estuvo en el Zamora y también en el Milán. Después de estar en el Milán, vino y nos trajo una camiseta a Aiert Derteano y a mí. Esa le guardo con mucho cariño.
Y del Zamora, ¿con qué camiseta se quedaría de estos 25 años?
Me quedo con todas. Todas tienen algo que se hizo, algo especial en cada temporada. No hay una que sea la que más me gusta de todas.
¿Se atreve a darnos un once histórico del Zamora en estos 25 años?
Eso es muy complicado. Te voy a dar dos jugadores por puesto, por no dejarme muchos, que luego me dirán que por qué no les he nombrado (risas). En portería me quedo con José Luis y Miguel. En defensa me quedo con Santos, Cifuentes, Manu Arias, Lomba, Ricardo, Manu, Candela y Alberto Prada. En el centro del campo Fidalgo, Simón, Rubén García y Nacho Castro; en los extremos Sergio Villanueva, Sergio García, Jorge Hernández e Iker Alegre. Y arriba te doy solo dos: Aiert y Quero.
Vamos con más recuerdos. ¿Con qué momentos deportivos se queda en estos 25 años?
Con los tres ascensos, aunque uno de ellos fue justo antes de que yo entrara en el Zamora. El ascenso de Santa Ana fue especial con el gol de Dámaso, el que más celebré porque llevábamos once años en Tercera y habíamos llevado muchas desgracias. Luego el ascenso de Coslada en un partido en el que nos pusimos 0-2 ganando, nos empataron, Alberto Martín hizo el 2-3 antes del descanso y estuvimos sufriendo toda la segunda parte con paradones de José Luis. Y el tercer momento, el ascenso del año pasado en Palencia. Teníamos una gran presión por ascender y la ciudad se merecía estar en Segunda B.
¿Y qué peores recuerdos deportivos guarda?
Me quedo sobre todo con uno muy amargo. El partido de Haro. Estábamos todos convencidos de que íbamos a ascender y salió un partido malo y no pudimos ascender. Eso me dolió más, incluso, que el partido de Castellón, por ejemplo, que también ibas con 2-1. No subes a Segunda, es verdad, pero no es lo mismo que no subir a Segunda B. Es que estar en Tercera para este club es una ruina.
¿Cuándo ha sido la última vez que ha llorado por el Zamora?
La pasada temporada cuando nos clasificamos para el play off en León. Lloré de la alegría por ver a la gente disfrutando tras los años tan malos que habíamos pasado.
¿Y anteriormente?
Pues sobre todo he llorado con las pérdidas de mucha gente querida. Soto, Juan Mari, Agustín, Antonio de Ávila, Nico… Gente que ha estado mucho tiempo en el club como Maíllo, Alfredo, Alfageme… Te duele porque es gente que ha estado en el club y da mucha pena.
Precisamente, defina que suponían estas cuatro figuras del Zamora:
Juan Mari. Era un chico de La Bóveda que tenía una ilusión tremenda. Un joven que podía llegar alto. Pero un fatídico accidente acabó con ese sueño…
Soto. Fue, ha sido y será el mejor delegado de este club y una gran persona. Era como un padre para mí.
Agustín. El capitán del Zamora. Todo el club vivimos su enfermedad y fue una pérdida irreparable porque era una persona excepcional. Él y su padre, que también falleció. Eran muy queridos dentro del club.
Antonio de Ávila. Un gran presidente. Fue uno de los salvadores del club. Ahora Víctor de Aldama nos ha salvado de la quema, pero si tengo que decir otro que ayudó a que el club siguiera vivo fue Antonio, porque si no se hubiera hecho cargo del club en el 93, hubiera desaparecido.
¿Ha pensado en alguna ocasión en estos 25 años que el club cerraba?
Tenerlo claro de que cerraba no, porque siempre pensé que el club seguiría. Eso sí, estar en Tercera peleando por no bajar no es lo mismo que luchar por subir o estar en Segunda B. Por eso, siempre he creído que no desapareceríamos, pero sí que podríamos estar en los mínimos de los mínimos. Era una situación muy complicada la que vivimos hace cuatro años.
¿Con qué estadio se queda en estos 25 años en los que haya estado de visitante?
Por estadio, hemos jugado en grandes lugares como Camp Nou, Riazor, El Sardinero, el Heliodoro Rodríguez López... Pero si me tengo que quedar con uno, me quedo con el campo de La Cebrereña. Es el que más me gusta de la Tercera y uno de los que más me gusta en los que hemos jugado.
¿Y qué nos dice de La Vaguada?
Pues que era un gran campo. La gente estaba muy cerca de los jugadores. Le podías dar una colleja a Santi Sedano por andar haciendo cosas que no debía (risas). Había un ambiente, sobre todo en play off, espectacular. Se ponía a tope y era un espectáculo vivir esos partidos.
¿Alguna anécdota de aquella época en La Vaguada?
Hay muchas, pero de las que puedo contar me quedo con una. Me acuerdo que íbamos a jugar a Salamanca en pretemporada un amistoso y cuando José fue a buscar la ropa para llevarla al autobús, abrió la puerta y estaba inundado el vestuario. Estaban todas las botas flotando. Entró nadando y pudo coger las botas, pero la ropa no pudo recuperarla y nos tuvieron que dejar camisetas y pantalones para el partido.
¿Y alguna anécdota de la generación de Aiert, Quero y compañía?
No me acuerdo de ninguna que pueda contar (risas).
¿De qué equipo es?
Soy del Zamora primero y después de la Real Sociedad.
Por ir terminando, ¿con que entrenador y jugador se iría a ver un partido a Anoeta?
Pues de entrenador me iría con David Movilla y de jugador me iría con Álex Caramelo e Igor San Miguel.
¿Y a los toros?
Con Balta de entrenador y con Carlos Ramos y Raúl Álvarez de jugadores
¿Y al cine?
Con Roberto Aguirre y Miguel Losada de entrenadores, y de jugadores con cualquiera.
¿De cañas?
Me iría con Balta y Tomé como entrenadores, y de jugadores con todos.
¿De despedida de soltero?
Aquí lo tengo claro, con Tomé de entrenador y con Quero de jugador.