Sin los relatos épicos ni sponsors colosales, Martín Ramos narró ayer algunas de sus aventuras por la cordillera del Himalaya con su característica “carga de humildad”, tal y como puntualizaba Pepe Calvo. El director del Museo Etnográfico, encargado de presentar la conferencia impartida por el aventurero, confesó su admiración por Ramos, no solo “por subir a los puntos más altos del planeta” sino también por su “empuje y pasión”: “Vemos a la gente hacer deportes de riesgo con el casco este del toro rojo ahí pintado y la manera que tiene Martín de enfrentarse a las expediciones, huyendo de la cuestión mediática, hace que todavía sienta más respeto por su figura”, sostenía.
Calvo, quien también reveló su deseo de hacer un estudio etnográfico de un campo base, manifestó su “profundo respeto” por las aventuras del zamorano en solitario o en compañía del asturiano Jorge Egocheaga. Sin embargo, Martín Ramos aseguró que lo más difícil es emprender cada nueva hazaña: “En 2014 llegamos al Kanchenjunga y fue nuestra última ascensión “de éxito”, entre comillas, ya que el éxito ya es salir de casa y coger el avión en Madrid: eso es lo más difícil y cuesta muchísimo en todos los sentidos; luego una vez que arranco, ya me meto en harina y lo llevo mejor”, contaba.
Según explicaba el montañero, el título de su conferencia (‘Las caras de las grandes montañas’), hacía alusión a los diferentes escenarios de una misma montaña dependiendo de su vertiente. “Por ejemplo, el Everest es muy diferente por el norte, en el Tíbet, que por el sur, en Nepal”, explicaba. La invasión china, las banderas de oración tibetanas y la aclimatación del cuerpo y de la mente fueron otros de los temas tratados en la charla, donde exhibió una ínfima parte de su gran archivo fotográfico de todas sus expediciones. Entre sus próximos retos, Martín Ramos declaraba que “siempre hay cosas en la cabeza” pero que “hacen falta que se puedan llevar adelante”. Por el momento, asegura que no hay nada definido pero que “algo habrá”.