Fue uno de los partidos más discretos del Zamora en casa en la presente temporada y la afición lo notó. Las gradas presentaron una mejor imagen que hace siete días, pero nuevamente la hinchada no llegó al millar. Una hinchada que dormitó durante una primera parte sin ritmo y mala de los locales. Tan solo el larguero de Cabral, el cabezazo de Revidiego y la ocasión de la Cebrereña en el último suspiro despertó del letargo a los hinchas.
La segunda mitad fue diferente. Los aficionados crecieron con el equipo, las llegadas y ocasiones empujaban a los seguidores a pensar que la victoria estaba cerca y confiaban en que al menos un balón se colase en la portería. Pero el duelo fue decayendo y los hinchas, como los jugadores, se desquiciaban con las constantes pérdidas de tiempo de los jugadores rivales y la permisividad arbitral.
Pero lo peor estaba por llegar. La Cebrereña anotaba y la afición rojiblanca terminaba el partido resignada con la derrota y siendo consciente que ahora llegan tres duelos donde se decidirá si su equipo pelea por estar en la zona noble o si cae a la parte media de la clasificación.