Los restos mortales de Jesús López Cobos llegaban este pasado viernes a Toro y desde media tarde los vecinos pudieron desfilar por la capilla ardiente, instalada en el Ayuntamiento, para ofrecer su último adiós al genio toresano. Tras una tarde repleta de sentimientos y con la visita de ciudadanos de a pie y principales representantes públicos, a las 22.00 horas la Asociación de Pulso y Púa Amigos del Arte de Toro, la Rondalla, le rendía un sentido homenaje en la misma capilla ardiente.
Desde el primer momento, amigos, vecinos y representantes del Ayuntamiento de Toro y la Diputación Provincial de Zamora, encabezados por Tomás del Bien y Mayte Martín Pozo, respectivamente, quisieron arropar a la familia en estos momentos complicados. A las doce de la noche se cerraba al público la capilla ardiente.
Ya este sábado por la mañana los toresanos que lo desearon pudieron seguir velando el cuerpo desde las 10.15 hasta las 12.00 horas. En ese momento se iniciaba el Cortejo hacia la Colegiata, con el sentido acompañamiento de la Banda La Lira, donde a las 12.30 horas empezaba la misa. En ese trayecto participaron otros representantes institucionales, además de los anteriormente citados, como la consejera de Cultura, María Josefa García Cirac, el delegado territorial, Alberto Castro, o el subdelegado del Gobierno, Jerónimo García Bermejo, entre otros.
Finalmente no acudió ningún miembro de la Casa Real, pese a que horas antes del acto se había especulado con la presencia de Su Majestad Doña Sofía. Sí que acudieron ‘colegas’ del sector como Antonio Moral, director del Centro Nacional de Difusión de la Música, o la cineasta Cristina Otero; amén de los muchos mensajes de condolencia que recibió el Consistorio toresano de importantes figuras de la cultura nacional e internacional.
En la misa acompañaba el coro parroquial, una agrupación de la Orquesta de Castilla y León con el Adagio de Barber, además del gran cellista Albán Gerhardt que interpretó una Sarabande de Bach. Tras esto la comitiva acompañó al maestro al Real Monasterio de Sancti Spiritus donde fue enterrado en la más estricta intimidad.
Era el último adiós de Toro a su hijo más universal, a su vecino más relevante, a un toresano que además de poner nombre a la Escuela de Música de Toro también dará nombre a la sala sinfónica del Auditorio Miguel Delibes.
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