Esta mañana ha tenido lugar en la Catedral de Zamora la Misa Crismal, presidida por el obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, y concelebrada por la mayor parte del clero de la Iglesia local, que después de la homilía ha renovado las promesas de su ordenación sacerdotal. Además, el prelado ha bendecido el óleo de los enfermos y el óleo de los catecúmenos, y ha consagrado el Santo Crisma.
En su homilía, comenzó dando gracias a Dios por haber podido celebrar la Misa Crismal. Y dirigiéndose al clero, afirmó: “de vosotros se dirá: sois ministros del Señor, sacerdotes de nuestro Dios”. A la luz de las lecturas proclamadas, les recordó que están “llamados a renovar nuestros compromisos sacerdotales, derivados de nuestra ordenación”.
Unidad con el obispo y fraternidad sacerdotal
En el contexto de la celebración, monseñor Martínez Sacristán se refirió a tres elementos fundamentales en torno a la identidad sacerdotal. El primero de ellos: “todos los presbíteros, reunidos en torno al obispo, acompañados del pueblo santo de Dios”. Desde aquí, hizo una llamada, citando al papa Francisco: “una Diócesis funciona bien sólo si su clero está jubilosamente unido, en fraterna caridad, alrededor de su obispo”.
De ahí se deriva un doble compromiso adquirido por los curas, de “mantener la comunión con el obispo y fomentar la fraternidad sacerdotal entre nosotros. Dos elementos que no son accesorios, sino vinculantes para todos”. Porque, recordó, “nuestro sacerdocio no es autónomo, sino derivado… derivado del ministerio apostólico de los obispos y en comunión con ellos”. Así, reiteró la invitación a “hacer un esfuerzo de mayor comunión con el obispo y sus indicaciones. Que haya una mayor implicación personal en el cumplimiento de la normativa de la Iglesia en los diferentes campos en los que tenéis responsabilidades”.
Sacramentos de una Iglesia en salida
Un segundo elemento es “la bendición de los óleos y la consagración del Santo Crisma, dos cosas que nos remiten a nuestra condición de ministros y dispensadores de los sacramentos”. El obispo subrayó que debe hacerse “en la línea del pensamiento de la Iglesia”, y citó una homilía de San León Magno: “lo que era visible en nuestro Salvador, se hace ahora visible y pasa hasta nosotros en los sacramentos”.
En los sacramentos encontramos a Cristo, y por eso invitó a los sacerdotes a “que situemos los sacramentos en el contexto de la gracia, de la historia de la salvación realizada en nuestra pobre condición humana. Una gracia de la que no podemos adueñarnos, sino que debemos administrarla”. Por eso, reiteró, “os pido que seamos serios en la celebración de los sacramentos, para ser una Iglesia en salida, Iglesia que escucha y acoge, que se acerca a las periferias… en definitiva, una Iglesia misericordiosa”.
Recordó que los tres óleos de la Misa Crismal remiten a tres realidades de la vida sacerdotal: “el óleo de los enfermos nos remite a nuestra presencia y acompañamiento del mundo del dolor, de la enfermedad, de la ancianidad… en los pueblos, la Iglesia está acompañando y muriendo con ellos, en la persona de sus presbíteros”. Y añadió: “el mundo del dolor es propio nuestro. No podemos obviar esta presencia; el sacerdote tiene que implicarse y acompañarlo”.
En cuanto al óleo de los catecúmenos, recuerda la importancia decisiva de la iniciación cristiana, que construye la Iglesia. “Es un momento privilegiado en nuestra acción pastoral”, afirmó, ya que es una labor fundamental de la Iglesia “incorporar a nuevos miembros, parte de nuestra tradición viva”. Porque la cuestión de los sacramentos es un eje de la vida sacerdotal.
Vocaciones, celibato, Seminario
Refiriéndose al Santo Crisma, señaló que “nos debe orientar hacia el problema de las vocaciones sacerdotales. Carga sobre nosotros la responsabilidad de promoverlas, sin mirar para otro lado. Aunque tengamos la experiencia del ‘no’ permanente. Hay que echar las redes cuantas veces sean necesarias”. Porque, continuó, “no debemos quedarnos con los brazos cruzados”.
En cuanto a la renovación del compromiso del celibato, el prelado citó a Benedicto XVI sobre la entrega exclusiva del sacerdote para el Reino de Dios, como “una especial conformación con el estilo de vida propio de Cristo Esposo, que da la vida por su Esposa”. El celibato sacerdotal, vivido con madurez, alegría y dedicación, es un regalo para la Iglesia y para toda la sociedad. “Hoy somos invitados a renovarlo delante de Dios”, afirmó.
También se dirigió a los seminaristas: “sois cuatro, pero para mí es como si fuerais cuatrocientos. Estáis preparándoos. Por eso os pido que aprovechéis el Seminario para esta triple dimensión: para fortaleceros con una espiritualidad profunda, para entrenaros en la fraternidad sacerdotal y para asumir la práctica constante y habitual de la oración, algo que nos debe acompañar toda la vida”.
Con esas tres referencias, “no tengáis miedo ni al desaliento ni a la mediocridad. Pero si cayerais en el desaliento o la mediocridad, no utilicéis la técnica del ventilador, esparciendo la causa de vuestro fracaso hacia los demás, sino asumiendo vuestra propia responsabilidad”, señaló. “Implicaos también vosotros en la cuestión vocacional. Sois apóstoles de los jóvenes fundamentalmente para recolectar vocaciones. Sois los más interesados en promover las vocaciones sacerdotales”, les dijo.
Un compromiso de todos
Dirigiéndose a todo el pueblo de Dios, invitó a rezar por los sacerdotes: “debemos rezar por ellos, prestarles nuestra colaboración, afecto, ayuda, conversión… No están solos. Están acompañados por vosotros, consagrados y laicos. Rezad por ellos de forma habitual y constante. Tenedlos en gran estima. Fijaos en el esfuerzo sobrehumano que tienen que hacer en este momento para sacar a flote la Diócesis. Agradecedlo. Porque son tiempos recios, de carestía”.
Por eso, reiteró, “pido un compromiso mayor de la Diócesis con sus sacerdotes. Como pido a los sacerdotes un compromiso mayor de comunión y de implicación personal en el cumplimiento de la normativa de la Iglesia en los diversos campos en los que estáis destinados y de los que sois responsables”.
Agradecimiento tras la operación
Reiteró al final de su homilía su agradecimiento a Dios por poder celebrar la Misa Crismal, después de su convalecencia por el trasplante de riñón el pasado mes de diciembre. Y al terminar la Misa, tuvo una intervención agradeciendo la preocupación y la oración de toda la Diócesis por él en unos momentos duros como fueron la operación y posterior convalecencia, y la muerte de su madre, a cuyo funeral no pudo asistir.
Agradeció especialmente la entrega y dedicación de las personas que lo han acompañado en este período, señalando que “no he estado ausente, sólo lo estuve el tiempo de hospitalización. El resto, he seguido y decidido muchas cosas desde la distancia”. Además, añadió que no presidirá las confirmaciones este año, por prescripción médica, salvo algunas presencias significativas, concretamente en Castro de Alcañices y Sanzoles, y San Lázaro y María Auxiliadora en la capital. El resto serán presididas por los vicarios.
El Obispo llama a los sacerdotes a estar en comunión con él
El obispo de Zamora ha presidido esta mañana su primera celebración diocesana tras su convalecencia por trasplante de riñón. En la Misa Crismal ha recordado a los sacerdotes que deben estar unidos a él, viviendo la fraternidad y llegando a todos los hombres en la celebración de los sacramentos. Además, ha agradecido a toda la Diócesis su preocupación y oración por él.
Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios