Cultura

Milagros Ciudad clausura las XVI Jornadas Diocesanas de Zamora

Las XVI Jornadas Diocesanas de Zamora, dedicadas a la religiosidad popular y la evangelización, concluyeron ayer con una ponencia de Milagros Ciudad Suárez, miembro del Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla, que explicó cómo debe ser el funcionamiento de estas asociaciones de fieles en los aspectos de formación, culto y caridad.

MilagrosCiudad

El viernes terminaron las XVI Jornadas Diocesanas de Zamora, que se han celebrado estos días en el salón de actos del Colegio Divina Providencia (de las Siervas de San José) en la capital. Las tres conferencias han girado en torno al tema de “Religiosidad popular y evangelización”, y la clausura estuvo a cargo de Milagros Ciudad Suárez, que habló sobre los “Retos y dificultades de ser cofrade en un mundo secularizado”.

Esta tercera ponencia fue precedida por la oración, dirigida por Fernando Toribio, vicario episcopal de Pastoral, y por la presentación de la ponente, a cargo de Javier Fresno, delegado diocesano para la Religiosidad Popular, que destacó el perfil de Milagros Ciudad, doctora en Historia de América por la Universidad de Sevilla y miembro de la Academia de la Historia de Guatemala.

Entre sus estudios hay varios dedicados a la religiosidad popular. Fue la primera mujer en formar parte de la junta de gobierno de una cofradía en la capital andaluza. Desde 2008 fue consejera de hermandades sacramentales y ahora es consejera de hermandades de gloria del Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla.

Las cofradías son Iglesia

La ponente partió del concepto de que “las hermandades somos Iglesia; los cofrades no somos católicos de segunda categoría como se pensó en algún momento... las hermandades participan en la construcción de un mundo basado en los valores del Reino de Dios”.

Esto, explicó, se vive en el marco de “una sociedad profundamente secularizada”, cuyos rasgos detalló. “Los cofrades vivimos nuestro ser Iglesia desde una teología sencilla, desde la inserción anónima en la sociedad del siglo XXI, de una forma cercana, con un gran arraigo familiar, con una actitud generosa y solidaria”.

Pero las cofradías “se tienen que adaptar a este tiempo, con sus luces y sombras. ¿Cómo? Siguiendo las líneas del Evangelio, ni más ni menos. En un mundo en el que los valores tradicionales han desaparecido o, al menos, cotizan a la baja”, dominando una mentalidad relativista –el “todo vale”, tanto en lo moral como en lo religioso– y el laicismo. Además de un individualismo y hedonismo que rompen todo esfuerzo y todo sacrificio.

En la actualidad “lo religioso queda postergado a lo privado, y hay un anticatolicismo que afecta a la vida de las hermandades, a las que se quiere restringir en algunos lugares del sur”. Además, Milagros Ciudad aludió a la falta de oración, al desafío de la globalización, a la imposición de la ideología de género que desestructura la familia, y al mal uso de las redes sociales y los medios de comunicación.

Doctrina Social de la Iglesia

Para la ponente, “el mayor problema de las hermandades en este contexto es su fidelidad o no a la verdad del Evangelio y a sus valores. Tenemos que permanecer fieles a la identidad y misión de las hermandades, y ser cauce de espiritualidad y vida cristiana”. A este respectó, recordó como San Juan Pablo II habló en su visita al santuario de la Virgen del Rocío en 1993 de “purificarse del polvo del camino, y eso es lo que tenemos que aplicar en nuestras hermandades”.

“La comunidad cristiana ofrece, en este mundo, la Doctrina Social de la Iglesia, que anuncia al hombre su dignidad y su vocación, de acuerdo con las exigencias de la justicia y la paz que vienen de Dios”, explicó. Y acto seguido, recomendó a los asistentes conocer y leer el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia.

“Las hermandades deben tener conexión con esta Doctrina Social de la Iglesia, con unos vínculos profundos, de orden antropológico y evangélico. Porque el hombre que hay que evangelizar es alguien concreto, que tiene sus alegrías y sus problemas familiares, laborales... Si esta enseñanza la extrapolamos a nuestras hermandades, somos referentes privilegiados para afrontar las realidades sociales y mejorarlas, desde la convivencia fundamental con el hermano”, afirmó.

De esto “debemos ser conscientes los que tenemos cargos en las cofradías. Tiene que haber un compromiso fuerte, no sólo sacar un paso a la calle. Hay un día a día”. E introdujo así el resto de la ponencia: “¿Cómo hacemos esto? Con tres pilares fundamentales: la formación, el culto y la caridad”, pilares que detalló a continuación.

La urgencia de la formación

¿Cómo estamos de formación en nuestras hermandades? A esta cuestión, Milagros Ciudad contestó: “habrá de todo. Pero realmente, día a día, cada vez más las hermandades están convenciéndose de la necesidad de formar a los cofrades. Hay un sector que profesa una religión ‘light’, sin compromiso, sin práctica de los sacramentos... y así hay una cautela a la hora de proponer unas actividades formativas que exijan un compromiso. La vida cotidiana de la hermandad se centra mucho en las ‘comidillas’ cofrades, alentadas por algunos medios de comunicación. Cuando hay que dar otros valores que tiene la hermandad”.

Los presidentes y hermanos mayores “deben ser conscientes de que la formación tiene que estar, con una persona responsable, que sea idónea, no de relleno, y que se dedique a los jóvenes y sepa conectar con ellos”. Esta formación “no puede ser impositiva, porque la gente desconecta enseguida, y porque debe ser un proceso de autotransformación de la persona, que debe convencerse de que, igual que no puede ponerse el traje de la primera comunión con el pasar de los años, tampoco puede quedarse con la formación de aquel momento infantil”.

Es una tarea de “búsqueda y ofrecimiento de los valores que conforman la hermandad, ni más ni menos que el Evangelio”. Por ejemplo, señaló que “tenemos que enseñar a los jóvenes cofrades que cuando entran en el templo, antes de ir a ver las imágenes titulares, deben ir a orar al Santísimo”.

Esta formación tiene que ser “un proceso que despliegue a la persona en todas sus dimensiones: cognitivas, afectivas y dinámicas. Esto nos lleva a una auténtica formación”. Porque, como reconoció Milagros Ciudad, “muchos jóvenes están faltos de un guía espiritual, necesitan una persona que los enganche en la movida de la hermandad, cuya vida no es triste ni aburrida. Todo esto sin un adoctrinamiento, porque el que está formado no está adoctrinado, sino que ha vivido un proceso de autotransformación”.

“Las cofradías tenemos que concienciarnos de la necesidad de esta formación. Tenemos que salir a la calle, pero salir formados, lo que requiere de medios y hermanos comprometidos. Y a nivel local debería haber una línea de formación, en una labor continua y permanente. Las juntas de cofradías tienen que formar a formadores, semillas que germinan después en sus propias hermandades”, sugirió.

Más allá del culto externo

Como historiadora, la ponente recordó que “las hermandades nacieron como asociaciones laicas religiosas dedicadas al culto (a Dios) y a la ayuda (al hermano necesitado)”. Pero el punto del culto “debe ser auténtico. No podemos estar más pendientes de lo externo que del misterio que se está celebrando en nuestros cultos. Este culto interno está por delante y es preferente con respecto al culto externo, como una preparación espiritual del culto externo”.

Citó al arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, que dice que las cofradías suponen un ingente potencial religioso y evangelizador. Por eso el Papa afirma que las hermandades son un tesoro, porque suponen un espacio de encuentro con Jesucristo. “Frente a esta sociedad actual, nuestras hermandades reivindican el culto público”. De hecho, reconoció, “las hermandades en el sur han supuesto un freno a la secularización”.

“No es cierto que los cofrades no sepamos distinguir lo espiritual de lo folklórico, aunque haya de todo. Hay mucha gente que participa en las procesiones alabando a Dios y con una profunda preparación religiosa. No se puede achacar que esta religiosidad popular se quede sólo en lo exterior. No es malo que el cofrade goce, que tenga una experiencia sensorial positiva, pero debe ir más allá de lo puramente sensorial”, afirmó.

Además, Milagros Ciudad subrayó que “las procesiones principales son las eucarísticas. Los fieles que adoran a Cristo presente en el Santísimo Sacramento recuerdan que esta presencia viene del sacrificio en el que está Dios. Cuando lo sacamos a la calle, damos testimonio de nuestra fe en la eucaristía, vaya poca o mucha gente... seguimos haciéndolo. La piedad que nos impulsa a los fieles a adorar la eucaristía lleva a vivir el misterio pascual”.

Caridad, sin ser ONG

La acción social de las cofradías y hermandades –o la caridad, como prefirió denominarla la ponente– “debe ser un testimonio evangelizador y basado en la Doctrina Social de la Iglesia. Porque en ésta tenemos los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices de juicio para promover un humanismo integral y una justicia social. No vale sólo con dar de comer al hambriento, sino que hay que dar los instrumentos básicos para que esa persona se realice como ser humano”.

Desde su experiencia, Milagros Ciudad explicó que “en Andalucía la caridad o acción social de las cofradías se ha incrementado muchísimo, sobre todo a raíz de la crisis, creando distintos tipos de caridad, siempre en la línea de la Doctrina Social de la Iglesia”. De esta forma se han creado economatos, bolsas de trabajo, iniciativas de orientación y formación laboral, enseñanza de idiomas... “Hay un compromiso social, típico en la Iglesia, donde se hace mucho más que las instituciones públicas, que deberían cubrir esas necesidades”, reconoció.

“Nuestras hermandades son un claro ejemplo de esa acción social”, afirmó, pero advirtiendo de que “las hermandades no somos una ONG: sin la oración y la formación, si sólo hay caridad, lo estamos haciendo mal”. Y puso un ejemplo muy concreto: un encargado de caridad no puede faltar a los cultos de la hermandad, sino que debe organizarse para la ayuda a los necesitados.

Recordó que, más allá de la ayuda material, “hay otro tipo de caridad, ante la miseria moral y espiritual de nuestra sociedad: la esclavitud contemporánea. Ante ella, el Evangelio es el verdadero antídoto, y hemos de atraer a esas personas anunciándoles el amor de Dios. Deben ver en el cofrade un guía y una persona a seguir. Si no... ¿para qué estamos las cofradías?”.

Como conclusión, la ponente repasó los tres retos señalados: la formación, que debe ser un compromiso de todos los hermanos; la creación de una auténtica comunidad fraterna que viva los valores del Evangelio frente al egoísmo, al hedonismo y al individualismo; que el verdadero culto espiritual esté presente; y una vivencia de la caridad que puede cambiar completamente al hombre y a la mujer del siglo XXI.

Al término de la conferencia, el vicario general de la Diócesis de Zamora, José Francisco Matías, clausuró las XVI Jornadas Diocesanas recapitulando lo dicho en los tres días, agradeciendo la asistencia de los ponentes y del público y reconociendo la hospitalidad de las Siervas de San José.

Comentarios
Anónimo Hace 6 años (27/01/2018 12:39)
Cuándo uno judio o árabe o testigo de Jehová en España hay mas religiones aparté de la católica son pesados con la caridad.derechos menos caridad <br/>11
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