Cultura

Las Jornadas Diocesanas se clausuran con el testimonio de dos jóvenes zamoranos

Javier Prieto, seminarista mayor del Teologado de Zamora, y Mónica Rodrigo, trabajadora social de Cáritas, ofrecieron su visión sobre la Iglesia en la última sesión de las Jornadas de Teología.

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Javier Prieto, seminarista mayor del Teologado de Zamora, inició su exposición indicando que en lo que a los jóvenes se refiere “quizá se atisbe cierto descontento”, pero lo cierto es que son una realidad esperanzadora para la Iglesia. Reconoció el ponente que los jóvenes siguen pidiendo una palabra ante sus preocupaciones y que la Iglesia no puede darles la espalda porque por naturaleza ella misma es joven.

Fue Instagram la red social elegida por Javier para estructurar su exposición. De una manera gráfica el joven seminarista utilizó cuatro puntos para su reflexión:

-La foto de perfil (“Buscad mi rostro, tu rostro buscaré Señor”): Cuando los jóvenes miran a la Iglesia anhelan “poder encontrarse con el rostro de Dios”. Para muchos de ellos ese rostro está en los fieles de su parroquia, sus catequistas o monitores, las monjas del colegio, los profesores, etc. Por esta razón el ponente reclamó un cuidado especial a la hora de mostrar nuestra identidad tanto dentro como fuera de la Iglesia, con transparencia y sin ocultar nuestras cicatrices y alegrías, con coherencia y autenticidad, obviando una iglesia de postureo y mostrando “la Iglesia de Zamora, la Iglesia de Cristo”.

-Los seguidores (“Ya no os llamo siervos sino amigo”): “En los grupos de jóvenes de nuestra diócesis aparece un denominador común: la presencia de un agente pastoral, en casi todos los casos su párroco”. En este sentido Prieto reivindicó lo que los ponentes de jornadas anteriores ya habían subrayado: la necesidad del acompañamiento “para decirle a los jóvenes que la iglesia está ahí porque Dios está ahí”. Sin embargo, continuaba, “para muchos jóvenes la Iglesia está más cerca del SPAM que del testimonio del influencer cuya vida es ejemplo para otros”. Aquí señaló que el gran reto es “dar testimonio de que la vida entregada por Cristo es una vida que merece ser vivida”.

-Las publicaciones (“¿Maestro, dónde vives? Venid y veréis”): Para Javier la propuesta cristiana es actual, atractiva y vigente, pero cuando se le pregunta a un joven si tiene vocación la mayoría responde que no. Por eso “tenemos que apostar por una pastoral vocacional integral que sea capaz de responder a algo que todos los jóvenes antes o después nos preguntamos: ¿Qué hago con mi vida?” La respuesta para el ponente es libertad, felicidad y servicio. Aquí dedicó unas palabras a la vocación sacerdotal, entendida como una llamada a estar con los hombres, no a separarse de ellos, como un camino de felicidad.

-Las historias (“Por sus frutos les conoceréis”): Javier identificó tres claves para ofrecer a los jóvenes. La primera es la Comunión, porque “no podemos buscar propuestas individuales, segmentadas o localistas”; la segunda es la calidad, porque “Cristo no llamó a la mediocridad”; la tercera es la actitud confesante, porque “si ofrecemos una propuesta cristiana ofrezcamos a Cristo, ofrezcamos la buena noticia sin miedo”.

Terminó Javier su turno con una reivindicación de los campamentos como espacio privilegiado para trabajar con los jóvenes, en este sentido reconoció que la diócesis de Zamora, con Cáritas a la cabeza, es ejemplar en estas iniciativas y ahí puede estar una interesante oportunidad para seguir anunciando la novedad de Cristo.

Inmediatamente después tomó la palabra Mónica Rodrigo, trabajadora social de Cáritas, que perfiló su biografía desde su condición de creyente gracias a la educación ofrecida en el seno de su familia y, como decía anteriormente Javier, del cura de su parroquia, en este caso de Peñausende. Poco a poco, desde muy pequeña, fue cultivando una sensibilidad social inspirada en su convicción cristiana que le permitió descubrir su vocación de ayudar y servir a los demás. Todavía siendo estudiante buscó, motivada por esas ganas de echar una mano a los más necesitados, un proyecto de voluntariado en el que poder ir haciéndose como persona y como cristiana.

Encontró primero el Centro de Apoyo al Menor de Cáritas, después completó su experiencia como voluntaria en el Centro de Orientación Familiar, dependiente de la Delegación para la Familia y la Defensa de la Vida, donde tuvo momentos difíciles al tratar con personas en situación de duelo. Estos contactos con la realidad sufriente junto a su formación universitaria, asentadas ambas sobre una fe bien construida desde el seno familiar, configuraron a esta joven que no tardó en encontrar profesionalmente un hueco en Cáritas, formando parte primeramente del programa de rehabilitación de alcohólicos y, en la actualidad, perteneciendo al equipo de trabajadores del Centro de Acogida “Madre Bonifacia”.

Para Mónica su trabajo es una oportunidad “para acompañar a quienes sufren y tratar a las personas desde el corazón, para que se sientan queridos y empoderados para afrontar un futuro diferente”. Apasionada con su trabajo y convencida de que la fe es el motor del mismo, señaló que si los jóvenes no se acercan a la fe es porque no han entendido los valores del Evangelio. Sentir, creer y vivir desde la fe son razones para seguir descubriendo su vocación al servicio de los más pobres.

Terminaron las Jornadas Diocesanas del 2019 con una apuesta clara por los jóvenes, no tanto para darles respuestas sino también, como a lo largo del Sínodo se demostró, para escucharles tal y como se hizo este viernes en el Colegio “Sagrado Corazón de Jesús”: dos jóvenes, una trabajadora social y el otro seminarista mayor, que interpelaron a los asistentes y pusieron un extraordinario punto final a este ciclo de charlas dedicadas al que pasará a la historia como Sínodo de los jóvenes.

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