La Hermandad Penitencial de Jesús Yacente es la encargada, cada año, de ilustrar los instantes previos a la muerte de Cristo. Unos momentos que llevan a las calles de la capital los cofrades enfundados en el hábito de estameña blanca con detalles morados y sandalias franciscanas. Son la compañía de un Cristo semidesnudo, únicamente cubierto con un sudario, que es conducido al sepulcro.
Las campanillas del viático, las pesadas cruces arrastrando, los hachones golpeando el empedrado suelo. Son los tres sonidos más carismáticos de este desfile procesional que transcurre en absoluto silencio. Los clavos, las escrituras y la corona de espinas también se muestran al pueblo, una vez que Cristo ha sido desclavado de la cruz para ser transportado al sepulcro. Este año, tras el recorrido que llevaba a la procesión por el barrio de La Lana en un respetuoso silencio.
Silencio que se rompía, como cada año, y pese a la lluvia que afectó el desfile, con el Miserere en la Plaza de Viriato. 7 minutos y 40 segundos de pasión, cultura y recogimiento. Las miles de personas que poblaban los alrededores de la plaza contenían la respiración. El momento cumbre de la procesión y uno de los más representativos de la Semana Santa de Zamora da paso a un Viernes Santo en los que la representación de la Pasión de Cristo continúa.
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