El 7 de diciembre de 1585, en la Guerra de los Ochenta Años, el Tercio del Maestre de Campo, Bobadilla, que reunía a 5000 hombres, combatía en la isla de Bommel, sin víveres y sin ropas secas. Ante la posibilidad de rendición que ofreció Flandes, la respuesta española fue la siguiente: “los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos”.
Ante la apertura de los diques de la isla en la que se encontraban los zamoranos, los Tercios comenzaron a cavar para construir trincheras. Un soldado zamorano, que se encontraba cavando junto a la iglesia, se topó con una virgen, que no era la Inmaculada. Aprovechando esta situación Bobadilla la empleó para motivar a sus soldados.
Durante la noche llegaron fuertes vientos y bajas temperaturas que congelaron las aguas, impidiendo a las embarcaciones de Flandes continuar su trayectoria. Al amanecer, los barcos aparecieron hundidos, quemados o capturados. En la carta que el almirante Hohenlohe redactó contando lo sucedido llegó a decir que “tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro”.
Ante la milagrosa victoria, Bobadilla solicitó a Felipe II que el 8 de diciembre, a partir de aquel año, se celebrase una fiesta nacional en honor a la Inmaculada Concepción, que fue proclamada como patrona de los Tercios Españoles.